XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

14.11.2014 21:43

Mt 25,14-30

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 25, 14-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco millones; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

El que recibió cinco millones fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo: ‘Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ ”.

Palabra del Señor.

Reflexión:

SERVIDOR FIEL O SERVIDOR HOLGAZÁN

 

Jesús nos presenta este domingo una parábola que invita a la responsabilidad concreta con los talentos que hemos recibido. No debemos esperar al Señor con los brazos cruzados, es decir sin hacer fructificar nuestros talentos. La invitación clara es a comprometernos en las obras del Reino, cada quien según sus capacidades.

Veamos algunos detalles:

  • Cada unos recibe según la propia capacidad (v. 15). Este detalle es muy interesante porque la repartición de talentos no es según un supuesto igualitarismo, sino según aquella equidad que toma en consideración las capacidades de cada uno. Por eso no es tan importante la cantidad, sino la confianza que el Señor ha tenido en darnos un talento y cómo lo ponemos al servicio de todos. No debemos concentrarnos en la lógica del cuánto se ha repartido, esa sería una mentalidad mercantilista. Más bien debemos concentrarnos en la mentalidad del saber usar los dones recibidos. Esta es la lógica de la responsabilidad ante el Señor.
  • Cada uno debe trabajar (vv.16-17; 26). El talento se supone que es para que fructifique. El Señor supone que se dará un fruto multiplicado en algún momento. De esos frutos todos tendremos que rendir cuentas algún día (v. 19). Cada uno recibirá  una recompensa, segú sea la respuesta; el que trabaja recibe elogios y es invitado a pasar al banquete: entrar al gozo del Señor (v. 21; 23); en cambio, el que no trabaja no tiene derecho del banquete. En definitia, se trata de saber "trabajar" con los dones que nos ha dado el Señor. El mejor don es su Espíritu.

Con todo esto pareciera que debemos "ganarnos" el banquete. En realidad el acento está en la "respuesta" que debemos dar al mensaje del Reino. Nuestra tarea es responder: proclamando la fe y testimoniando la fe. Una respuesta de este tipo es reflejo claro de una aceptación total de la Buena Noticia. El trabajo que se nos pide a nosotros ahora es el compromiso de seguir sembrando la semilla del Reino.

Una respuesta comprometida y responsable siempre produce más fruto. No debemos caer en la comodidad, la indiferencia o la rutina. Nuestra tarea es seguir buscando nuevas respuestas, seguir sembrando, seguir sirviendo... Recordemos que importa más el cómo, no tanto el cuánto. Lo importante es que el fruto sea evidente y ayude en la construcción del Reino.

O somos de los trabajadores honrados, perseverantes y fieles o de los holgazanes, indiferentes y temerosos. Nosotros decidimos. Nuestra decisión es también el inicio de nuestro futuro.

¡Ánimo!

 

Para profundizar:

Ángelus 2014, del Papa Francisco.

No esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo (25, 14-30). Relata acerca de un hombre que, antes de partir para un viaje, convocó a sus siervos y les confió su patrimonio en talentos, monedas antiguas de grandísimo valor. Ese patrón dejó al primer siervo cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Durante la ausencia del patrón, los tres siervos tenían que hacer fructificar ese patrimonio. El primer y el segundo siervo duplicaron cada uno el capital inicial; el tercero, en cambio, por miedo a perder todo, sepultó el talento recibido en un hoyo. Al regresar el patrón, los dos primeros recibieron la alabanza y la recompensa, mientras que el tercero, que restituyó sólo la moneda recibida, fue reprendido y castigado.

Es claro el significado de esto. El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón... en definitiva, muchas cosas, sus bienes más preciosos. Este es el patrimonio que Él nos confía. No sólo para custodiar, sino para fructificar. Mientras que en el uso común el término «talento» indica una destacada cualidad individual —por ejemplo, el talento en la música, en el deporte, etc.—, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El hoyo cavado en la tierra por el «siervo negligente y holgazán» (v. 26) indica el miedo a arriesgar que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo a los riesgos del amor nos bloquea. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte. Jesús no nos pide esto, sino más bien quiere que la usemos en beneficio de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen. Es como si nos dijera: «Aquí tienes mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y haz amplio uso de ello». Y nosotros, ¿qué hemos hecho con ello? ¿A quién hemos «contagiado» con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien plantearnos. Cualquier ambiente, incluso el más lejano e inaccesible, puede convertirse en lugar donde fructifiquen los talentos. No existen situaciones o sitios que sean obstáculo para la presencia y el testimonio cristiano. El testimonio que Jesús nos pide no es cerrado, es abierto, depende de nosotros.

Esta parábola nos alienta a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica y renueva. Así también el perdón que el Señor nos da especialmente en el sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos cerrado en nosotros mismos, sino dejemos que irradie su fuerza, que haga caer los muros que levantó nuestro egoísmo, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde ya no hay comunicación... Y así sucesivamente. Hacer que estos talentos, estos regalos, estos dones que el Señor nos dio, sean para los demás, crezcan, produzcan fruto, con nuestro testimonio.

Además, el Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma forma: nos conoce personalmente y nos confía lo que es justo para nosotros; pero en todos, en todos hay algo igual: la misma e inmensa confianza. Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. Y esto es lo mismo para todos. No lo decepcionemos. No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos confianza con confianza. La Virgen María encarna esta actitud de la forma más hermosa y más plena. Ella recibió y acogió el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ofreció a la humanidad con corazón generoso. A ella le pedimos que nos ayude a ser «siervos buenos y fieles», para participar «en el gozo de nuestro Señor».