XXX Domingo del Tiempo Ordinario

29.10.2016 10:37

Lc 18,9-14

ORAR ES ABRIR EL CORAZON CON SINCERIDAD ANTE DIOS

Al poner la mirada en Dios y reconocerlo como Padre nos debería venir espontáneamente el reconocimiento de nuestra pequeñez ante él. Es decir que al ponernos ante Dios nos reconociemos como dependientes  ante él y necesitados de su amor y su perdón. Esta es la actitud del recaudador de impuesto que con un corazón sincero, sin ni siquiera alzar la mirada, simplemente acude a la misericordia divina. Esta es una actitud de profunda sinceridad, que tiene como fruto la justificación.

Si en la oración nos presentamos como prepotentes, poniendo la mirada en nosotros mismos, corremos el riesgo de no encontrar la justificación, como lo hace el fariseo. Que lástima que se fija sólo en sí mismo y, peor aún, pretende justificarse a sí mismo, desvalorizando a su hermano. Esta postura es ególatra y por tanto destructiva. Podríamos decir que la "oración" del fariseo no era auténtica oración. La oración verdadera ayuda a crecer en humildad... y también fraternidad!

Poner la mirada en Dios significa darnos cuenta que ante todo él es misericordioso. Dios seguramente tiene misericordia para ambos oradores; pero sólo uno realmente le ha abierto el corazón al Señor.

Estamos invitados a abrir siempre nuestro corazón ante Dios con sinceridad.

¿Cómo oramos?

¿Nuestra oración nos hace crecer en humildad?

¿Nuestra oracón acrecienta nuestra fraternidad?

Animo!