XXVII Domingo del Tiempo Ordinario
Lc 17,5-10
LA FE SE CONCRETIZA SIRVIENDO
La fe se tiene o no se tiene. No es tanto cuestión de aumentar o disminuir. Realmente lo que cuenta es la adhesión al Señor con todo el corazón. Por eso Jesún habla de "tener" fe, aunque sea como un grano de mostaza (v. 6). Esta diferencia debe hacernos pensar en una pregunta fundamental: ¿tengo fe? La siguiente pregunta es ¿cómo se manifiesta?
La fe es un don de Dios por eso debemos pedírsela. La debemos perdirla sobre todo en momentos de mayor confusión y cuando parece que en la comunidad cristiana las cosas no van bien. Debemos pedirla para tener claridad de la propuesta de vida y así dar una respuesta más generosa de nuestra parte. Confiar en la palabra de Dios es el primer paso; luego se desarrolla todo un camino de redescubrimiento. El camino de la Iglesia ha madurado gracias a la fe que confía en las promesas de Dios, que son la Verdad.
Pero también la fe es una respuesta del hombre al don divino. Esta respuesta se debe mostrar en la capacidad de servir sin límites. También es importante mostrar la respuesta de fe en la perseverancia. La fe es adhesión, asentimiento, confianza, fidelidad, perserverancia, generosidad... todo eso como respuesta a Aquel que es digno de fe.
Por tanto, Jesús nos enseña en esta escena del evangelio una actitud fundamental para el hombre de fe. Es una actitud que implica entrega y reconocimiento de la gratuidad de Dios, como Señor. Cuando se tiene fe se manifiesta en la actitud de siervos. Servir es un muestra palpable de la fe. Servir siempre. Ser felices sirviendo. Y se puede servir de muchas maneras: orando, predicando, estudiando, colaborando, dedicando tiempo, escuchando, dando consejo, mostrando la solidaridad, obedeciendo...
Que el Señor nos ayude a no ser mezquinos ni limitados en nuestra capacidad de servir, desde la fe. Que seamos obedientes siempre.
Una pregunta final: ¿cómo manifestamos nuestra fe?
¡Ánimo!
Para profundizar:
https://www.youtube.com/watch?v=abOss-Fr5og