XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
26.09.2020 11:44
Mt 21,28-32
HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE: CREER Y AMAR
En nuestra vida cristiana podemos considerar un doble reto: la ortodoxia y la ortopraxis. Es decir, debemos tener claridad en el contenido de nuestra fe (ortodoxia) y debemos concentrarnos en la práctica del amor (ortopraxis). Entre estos dos retos, parece que Jesús nos invita a poner como prioridad la práctica correcta del amor. Esa es una forma de hacer ver lo que creemos. Digámos esto con palabras de familia, según la parábola de Jesús: si somo hiojs del Padre hacemos las cosas que el Padre nos pide, porque nos sentimos amados y al mismo tiempo impulsados a amar.
Jesús este domingo nos hace una invitación bien directa a hacer la voluntad del Padre. Para hacer la voluntad de Dios el primer paso es creer, luego comprometerse en obras concretas. Precisamente porque nos consideramos hijos sentmos el impulso en el corazón a vivir cumpliendo su obra, que se resume en esta palabra: amar.
Quizá algunas veces hemos corrido el riesgo de olvidar el compromiso de la ortopraxis. Hoy es el momento de poner más atención en lo que hacemos en el camino de la justicia. El amor a Dios y al prójimo debe ser concreto, intenso y, hasta podemos decir, propositivo. Se trata de hacer ver siempre el amor, para generar la cultura del amor cristiano.
El hacer no es indiferente al creer. En realidad, el hacer es consecuencia del creer. Si decimos que creemos seguramente se notará en lo que hacemos.
Concluyamos afirmando lo siguiente: la auténtica fe siempre debe llevarnos a la práctica del amor. Como dice la carta de Santiago: la fe sin obras es fe muerta, por la obras se debe mostrar la fe (St 2,17-18).
Qué cara queremos demostrar ante el mundo?
Qué tipo de hijo somos, de los que dicen y no hacen o de los que dicen haciendo?
¡Vamos a la acción...!
¡Ánimo!
Para profundizar:
Sería bueno recordar la advertencia del Papa Francicso, en Evangelii Gaudium, n. 207: "Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos".
En estas palabras del Papa hay una llamada de atención muy fuerte: no debemos caer en la "mundanidad espiritual". No debemos conformarnos con rezos bonitos, o doctrinas bien aprendidas. Lo más esencial es la práctica del amor.