XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
Lc 18,1-8
ORAR SIN CANSARSE, POR AMOR.
Si entendemos que la oración es diálogo confiado con Dios, esto no debería cansarnos en ningún momento. La petición insistente puede y debe estar siempre en nuestros labios, con la certeza de que el Señor siempre escucha las oraciones de sus hijos atribulados.
La oración es una muestra de fe; además fortalece la fe.
Los maestros de espiritualidad dicen que oramos no para cambiar la voluntad de Dios, sino para cambiar el corazón del hombre. Es decir, no se ora para obtener algo, sino para ser transformados. Seguramente una cosa que cambiará (madurará) mientras más oramos será nuestro crecimiento en la fe.
Estamos invitados a orar desde la fe y para crecer en la fe. La oración es como respirar para vivir.
La oración es también una cuestión de amor. Se ora porque se ama. El amor nos hace buscar siempre al Ser que amamos y que sabemos que nos espera para amarnos.
Hagamos de nuestra oración una cuestión de fe y de amor.
¡Ánimo!