XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Lc 13,22-30
DOS PREGUNTAS FUNDAMENTALES: QUIEN Y COMO.
Jesús ante la pregunta sobre quiénes se salvan, desvía la atención hacia lo que quizá es más importante: el cómo se salva el hombre. La salvación es la aspiración más profunda del ser humano, por tanto interesan mucho las dos preguntas: quién y cómo. En
Sobre la pregunta del quién: Jesús aclara que la oferta de salvación es para todos, es decir, que el corazón de Dios está abierto para todos. Del oriente y occidente, del norte y el sur (v.29), para todos hay posibilidad de gozar del Reino de Dios.
Pero la pregunta sobre el cómo es más difcil: porque Jesús responde haciendo entender que es necesario hacer un camino, un proceso de vida, el cual se comprende mejor por medio de una parábola: se trata de entrar por la "puerta estrecha" (v.24). Por esa puertan no entran todos. Y esta clasificación no depende de una decisión arbitraria de Dios, sino de la apertura del hombre para aceptar el camino y dar respuestas mientras se camina.
Una forma de entender la puerta estrecha es el paso de la fe, entendida como respuesta a la Revelación de Dios. Esta respuesta no es una cosa fácil, implica una renuncia a sí mismo, a los propios modos de pensar, para adherirse completamente a la Palabra de vida. No es cuestión sólo de haber escuchado la enseñanza en la plaza (v.26), sino más bien de una acogida de esa enseñanza con un estilo discipular. Se trata de la aceptación de una Persona: Jesús de Nazaret.
El biblista italiano G. Ravasi dice que: la puerta estrecha "representa muy bien el empeño que es necesario para lograr la meta de la salvación. El verbo griego usado por Lucas y traducido con "esforzaos" es muy sugestivo: agonizesthe indica una lucha, una especie de "agonía" que supone fatiga y sufrimiento, que involucra todo el ser y no solamnete la mente y el corazón".
El texto del evangelio también nos hace pensar en la gratuidad de la salvación. Es un regalo de Dios. El hombre lo que hace es aceptar esa oferta; reconociendo que la aceptación de la oferta implica siempre una entrega, y toda entrega es un sacrificio.
Tratemos de prufundizar cómo estamos caminando por la "puerta estrecha".
¿Estamos dispuestos?
¿Estamos en camino?
¡Ánimo!
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Para profundizar:
EL COMBATE DE LA ORACIÓN
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2725: La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.
Palabras del Papa Francisco (25-08-2013):
“¡Queridos hermanos y hermanas! El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre el tema de la salvación. Jesús iba desde Galilea hacia la ciudad de Jerusalén y a lo largo del camino un tal -cuenta en evangelista Luca- se le acerca y le pregunta “¿Señor son pocos quienes se salvan?”.
Jesús no responde directamente a la pregunta: no es importante saber cuantos se salvan, sino más bien saber cuál es el camino de la salvación. Y entonces Jesús a la pregunta responde diciendo: ‘Esfuércense de entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar pero no lo lograrán’. ¿Qué nos quiere decir Jesús? ¿Cuál es la puerta por la que tenemos que entrar? ¿Por qué Jesús habla de una puerta angosta?
La imagen de la puerta retorna varias veces en el evangelio y nos evoca aquella de la casa, del hogar en donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús dice que es una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Aquella puerta es el mismo Jesús.
Él es el camino a la salvación, Él nos conduce al Padre. Y la puerta que es Jesús nunca está cerrada, está abierta siempre a todos sin distinción, sin exclusión, sin privilegios.
Porque saben, Jesús no excluye a nadie. Alguien podrá decir, ‘Padre seguramente yo estoy excluido porque soy un gran pecador, he hecho cosas feas, tantas en la vida’. No, no estás excluido, justamente eres el preferido, porque Jesús prefiere a los pecadores, siempre, para perdonarlos, amarlos. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo, Él te espera. Anímate, toma coraje para entrar por su puerta.
Todos están invitados a entrar por ésta puerta, a entrar por la puerta de la fe, a entrar en su vida y a hacerlo entrar en nuestra vida, de manera que Él la transforme, la renueve, de dones, de gozo pleno y duradero.
Hoy en día pasamos delante de tantas puertas que nos invitan a entrar, prometiéndonos una felicidad y después nos damos cuenta que dura un instante, que se acaba en si misma y no tiene futuro. Pero yo les pregunto ¿Nosotros por cuál puerta queremos entrar? ¿Y a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida?
Querría decir con fuerza: no tengamos miedo de entrar por la puerta de la fe en Jesús, de dejarlo entrar siempre más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestros cierres, de nuestras indiferencias hacia los demás.
Porque Jesús ilumina nuestra vida como una luz que no se apaga más, no es como un fuego de artificio, no es un flash, es una luz tranquila que dura siempre, y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.
Claro, la de Jesús es una puerta angosta, no porque sea una sala de tortura, no por ello, sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, de reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y hacernos renovar por Él.
Jesús en el evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una etiqueta. Yo les pregunto a ustedes, ¿Ustedes son cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno se responda dentro. Eh… Nunca cristianos de etiqueta, cristianos de verdad y de corazón. Ser cristiano es vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, cumpliendo el bien. Por la puerta angosta que es Cristo tiene que pasar toda nuestra vida.
A la Virgen María, Puerta del Cielo, pedimos que nos ayude a entrar por la puerta de la fe y a dejar que su Hijo trasforme nuestra existencia como ha trasformado la suya para llevar a todos la alegría del evangelio”.