XXI Domingo del Tiempo Ordinario

22.08.2020 07:11

Mt 16,13-20

DESPUÉS DE LA CONFESIÓN, LA MISIÓN

El evangelio de este domingo nos sigue hablando de la fe. Ya se ha hablado de la poca fe de Simón cuando caminaba sobre el agua hacia Jesús y que luego comenzó a hundirse (Mt 14,31); también se ha hablado de la fe intensa de una mujer cananea (Mt 15,2); esta vez la miradaa está puesta en el tema de la fe de la Iglesia, represesntada en Simón, quien se convierte en Piedra, es decir en signo visible y fuerte para que se construya todo el edificio de la "comunidad de fe".

Vale la pena destacar dos puntos: primero, la confesión de fe de Simón, cuando es capaz de afirmar: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (v.16); segundo,  la misión confiada a Simón (ya convertido en Pedro): "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia" (v.18)

Dos mensajes claros para nosotros:

1. La confesión de fe por parte del hombre es necesaria para que después se pueda contruir algo firme. Para confesar la fe necesitamos conocer el actuar de Dios en la historia y la forma cómo el Señor cumple sus promesas. Simón responde a la pregunta sobre quién es Jesús, y lo hace diciendo "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". En esa respuesta se pone de manifiesto el reconocimento del obrar de Dios en modo histórico, porque ha reconocido en Jesús la obra de Dios. Este reconocimiento es fuente de bieaventuranza, precisamente por eso Jesús dice "bienaventurado eres Simón..." (v.17). La bienaventuranza es don de Dios, así como la  fe es don de Dios. Por tanto, la confesión de fe es un don, es reconocimiento agradecido, es fundamento para que se contruya algo nuevo.

2. La misión se da solamente después de garantizar la confesión de fe. La misión consiste en seguir construyendo una comunidad de fe, con fuerza, solidez y credibilidad. Quien edifica es el Mesías, por eso dice: "edificaré mi Iglesia" (v.18). Y es bueno reconocer que edifica sobre hombres y con hombres que caminamos históricamente, por eso la Iglesia del Señor es comunidad en camino; esta comunidad que camina tiene como garantía la protección del Señor y por eso "las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (v.18). La Iglesia es comunidad de fe, que recibe la fe, la custodia y la atesora y luego la transmite.

Ahora, concentrémonos, en nuestra propia realidad parroquial, donde hacemos experiencia concreta de Iglesia, es decir, de comunidad de fe en camino.

La Parroquia se contruye desde la fe, con hombres y mujeres valientes que confiesan una fe auténtica, comprometida, sólida, bien reflexionada. Además, en la Parroquia encontramos cada uno nuestra propia misión, nuestra tarea a favor del Reino en la comunidad. Estamos invitados seguir fortalenciendo nuestra experiencia de fe en comunidad, especialmente en el contexto parroquial.

Vale la pena que confesemos nuestra fe, para que descubramos nuestra misión.

¡Ánimo!

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Para profundizar:

 

Documento de Santo Domingo, 58: 

"La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana, de adelantar la inculturación de la fe en las familias, en las CEB, en los grupos y movimientos apostólicos y, a través de todos ellos, a la sociedad".

 

Documento de Aparecida, 170-172:

170. Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia81 y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial82. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes. 

171. Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El Espíritu Santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13). 

172. La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión. Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio de Dios y de su voluntad. Toda parroquia está llamada a ser el espacio donde se recibe y acoge la Palabra, se celebra y se expresa en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la fuente dinámica del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se deje iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz.