XX Domingo del Tiempo Ordinario

15.08.2014 21:45

Mt 15,21-28

LA FE NOS INVITA A BUSCAR, CONFIAR Y ESPERAR

El don de la fe se hace presente en todos aquellos que buscan sinceramente y también en todos aquellos que se reconocen dependientes de Dios, confiando y esperando. Expliquemos un poco mejor estas afirmaciones analizando el relato evangélico de este domingo.

Primero, se trata de buscar a Dios. La búsqueda es una característa de todo corazón humano, que siente ese deseo de encontrar respuestas a las cuestiones más fundamentales de la vida. La mujer cananea enfrenta la realidad del sufrimiento de su hija. Ante esta realiad dolorosa busca a Jesús, se pone en camino, le habla, se postra ante él, le grita... tantos gestos insistentes que están reflejando un corazón que se reconoce necesitado de Dios. Es una "experiencia-límite" que sólo encuentra respuesta en Aquel que ha venido a traer vida para todos. El drama se hace mayor cuando pensamos que aquella mujer siendo "extranjera" no tenía "derecho" a un milagro por parte de Jesús. La respuesta final de Jesús es la clave para entender el proceso. La respuesta de Jesús fue el reconocimiento de la fe de la mujer y la sanación de su hija. 

La segunda actitud, la mujer se siente dependiente. Por eso mismo insiste. No hay otro lugar donde acudir. Vale la pena insistir y confiar en que Dios no ignorará el sufrimiento de sus hijos. Vale la pena también sentirse tomado en cuenta como hijo. Si nosotros nos reconocemos hijos de Dios también tendremos la confianza para acudir a él en los momentos más complicados. Todos tenemos "derecho" a sentirnos tomados en cuenta como hijos. En la escena evangélica se nota cómo Jesús manifiesta su sensibilidad hacia la actitud de confianza que tenía la mujer. 

La mujer cananea nos enseña una gran lección de insistencia, pero sobre todo de confianza en Dios. La mujer le da la razón a Jesús y se somete a su protección. Luego sólo espera.

No es fácil insistir y confiar, pero la pena. En esas actitudes encontramos las claves de una auténtica fe.

¿Será que Jesús puede decir de cada uno de nosotros "¡que grande es tu fe!"?