XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
Jn 6,24-35
SEÑOR, DANOS SIEMPRE DE ESE PAN
La escena del evangelio de Juan se desarrolla en Cafarnaúm. Después de haber dado de comer a mucha gente, esa misma gente busca a Jesús a toda costa. Pero Jesús intenta llevar aquella multitud a una mirada no puramente material, por eso les dice: "trabajen no por un alimento que perece, sino por un alimento que dura y da vida eterna" (v. 27).
¿De qué alimento se trata? ¿Quién da ese alimento? ¿Cómo se gana ese pan?
Las respuestas a estas preguntas son impactantes y comprometedoras:
Jesús dice: "Yo soy el pan de la vida" (v. 35). La persona de Jesús, todo su ser, su obrar, sus palabras, todo él es el alimento verdadero que da vida. El alimento es la revelación de una Persona, de su ministerio y de su plan de amor. En el pasado el pueblo comió el maná, pero eso era sólo una figura preparatoria para llegar a la verdadera revelación de Dios en Cristo.
Quien da ese pan del cielo es el Padre (v. 32). Por eso es un pan que baja del cielo y da la vida al mundo. Ese es el gran efecto en todos aquellos que comen de ese pan: tienen vida. Precisamente eso es lo que este mundo busca sin cesar: la vida. No se trata de cualquier vida, sino de la vida en plenitud que sólo se logra conociendo a Dios y el camino que nos conduce a él.
El pan se gana creyendo en aquel que Dios ha enviado. Creer en Jesús es el único trabajo (v.29). Creer en su persona y sus obras, sus signos, su presencia y su capacidad de conducirnos hacia la vida. Creer es un acto que incluye toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, sentimientos, sensibilidad, proyectos, tiempo, decisiones... Se trata de seguir un camino con Jesús.
Como podemos notar todo ese discurso de Jesús en Cafarnaúm tiene un alto contenido eucarístico. Por eso nuesrta Eucaristía dominical nos da la posibilidad de entrar en ese misterio. Podemos y debemos seguir avanzando en esta certeza: Dios nos da su pan para que tengamos vida.
Una oración frecuente que debe salir de nuestro corazón: Señor, danos siempre de ese pan (v.34). Que importante es reconocernos "necesitados"!
¡Ánimo!