XV Domingo del Tiempo Ordinario

10.07.2020 15:59

Mt 13, 1-23

SOMOS TERRENO, PERO TAMBIÉN SEMILLA Y SEMBRADORES...

Entramos al capítulo 13 de Mateo, el capítulo de las parábolas. Durante tres domingos seguidos meditaremos los misterios del Reino por medio de las parábolas que Jesús presenta a su pueblo. Serán siete las parábolas (sembrador, buena semilla entre cizaña, grano de mostaza, levadura, tesoro, perla, red). Se puede palpara cómo el Mestro explica el misterio del Reino con epresiones tomadas de la realidad cotidiana y, por tanto, el mensaje se manifiesta cercano y comprensible, aunque permanece siendo misterio. 

La primera parábola que nos presenta Jesús es la parábola del sembrador. Las imágenes  son sugestivas, inquietantes y retadoras. Es interesante cómo el mismo Jesús se encarga de explicar el significado.

El sembrador tira la semilla. Es una semilla buena y el sembrador es un buen trabajador. Todo depende del tipo de terrenos en los cuales cae la semilla. Es necesario poner atención a todo, especialmente al tipo de tierra. Veamos un poco más: 

1. En el camino (v. 4): seguramente allí no penetró la semilla para nada o penetró muy poco (casi nada), es decir que todo quedó en lo superficial, o no se entiende nada de lo que se escucha (v. 19), entonces llegan las aves (el maligno) y se la comen. Es necesasario hacernos la pregunta: ¿Escuchamos la Palabra sólo superficialmente? 

2. Entre piedras (v. 5): es terreno con poca tierra, es interesante que algo brotó... pero sin raíces profundas (v. 6), por eso se secó pronto. Ante las pruebas o ante la persecución todo falla si hay profundidad (v. 21). La pregunta que nos hacemos: ¿Cómo podemos hacer para que nuestras raíces sean más profundas?

3. Entre espinas (v. 7): las espinas ahogaron la semilla. Esas espinas pueden ser en modo más concreto: los negocios de esta vida o el amor a las riquezas (v. 22), las distracciones, el activismo desenfrenado, los intereses malsanos, los prejuicios, la falta de disciplina... Todo esto ahoga el mensaje. Y la pregunta: ¿Cómo poner orden a nuestra jerarquía de valores?

4. En tierra buena (hermosa) (v. 8): es escuchar, entender, dar cosecha (v. 23). Se trata, pues, de dejar que la semilla llegue y se quede, es necesario cuidarla, regarla, abonarla, protegerla hasta que deje ver sus frutos... la cantidad de frutos no importa, lo que sí importa es la calidad. La pregunta: ¿Cómo preparamos la tierra?

Después de todo este pequeño análisis, otra pregunta espontánea para nosotros es ¿qué tipo de tierra somos?

Debemos responder a esta pregunta este domingo. Seguramente la respuesta más atinada sea que todos nosotros somos toda esa variedad de terrenos, según el nivel de compromiso con la Palabra que hacemos a lo largo de nuestra vida. De todos modos lo importante es que sepamos abrir cada vez más nuestra vida a la Palabra (Semilla) para que podamos dar buenos frutos (obras de amor).

Otra reflexión importante que podemos entresacar es la siguiente: también nosotros podemos ser semilla para otros hermanos, en la medida que damos fruto quiere decir que ese fruto puede ser sembrado en otros terrenos, por tanto estamos invitados a ser "buena semilla"...

La tercera reflexión es otro compromiso: podemos ser sembradores, cultivadores, cuidadores de la semilla sembrada. También esta es una tarea delicada.

Que el Señor nos ayude a estar siempre atentos.

¡Ánimo!

 

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Para profundizar:

Una ideal del Papa Francico sobre el proceso de crecimiento espiritual, con acompañamiento, paciencia, sentido de proceso, crecimiento... 

Leamos Evangelii Gaudium 171: 

Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida. Pero siempre con la paciencia de quien sabe aquello que enseñaba santo Tomás de Aquino: que alguien puede tener la gracia y la caridad, pero no ejercitar bien alguna de las virtudes «a causa de algunas inclinaciones contrarias» que persisten. Es decir, la organicidad de las virtudes se da siempre y necesariamente «in habitu», aunque los condicionamientos puedan dificultar las operaciones de esos hábitos virtuosos. De ahí que haga falta «una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio». Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el beato Pedro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios».

Y n. 175:

El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria. Nosotros no buscamos a tientas ni necesitamos esperar que Dios nos dirija la palabra, porque realmente «Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido sino que se ha mostrado». Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada.