XIX Domingo del Tiempo Ordinario

06.08.2016 15:45

Lc 12,32-48

 

"32.«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. 33.«Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; 34.porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. 35.«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, 36.y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. 37.Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. 38.Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! 39.Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. 40.También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.» 41.Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» 42.Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? 43.Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. 44.De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 45.Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, 46.vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. 47.«Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; 48.el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más." 
Lucas, 12 - Bíblia Católica Online

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¡Administradores, con esperanza activa!

El domingo pasado Jessús nos proponía una parábola para enseñarnos a no hacer depender nuestra vida de los bienes materiales. En ese mismo discurso del capítulo 12 de Lucas el Maestro Jesús continua iluminando el corazón de sus discípulos con una enseñanza sobre la confianza en la providencia de Dios. La conclusión de esa enseñanza es: busquen primero el Reino de Dios y todo lo demás se dará por añadidura (v.31). Desde esta verdad entendemos ahora los versículos que leemos este domingo.

 

La primera cosa que vale la pena descatar es nuestra confianza en la providencia de Dios. Es una confianza basada en nuestra pertenencia a Dios: somo su pequeño rebaño (v.32). En este rebaño todos somos iguales, no hay más importantes o menos importantes. También debemos reconocer que todos somos responsables; de alguna manera todos somos administradores. Por eso las parábolas de Jesús nos ayudan a entender que tenemos responsabilidades que asumir fielmente. Por ejemplo:

  • Tenes la cintura ceñida y las lámparas encendidas;
  • Donar la vida;
  • Esperar a que vuelva el Señor;
  • Abrir cuando llegue el Señor;
  • Estar despiertos;
  • Estar preparados;
  • Administrar fielmente;
  • Aprender a conocer la voluntad del Señor.

No hay duda de que todos somos administradores. Esta verdad nos impulsa a ver varias perspectivas de nuestra vida:

- No somo los dueños, sino que el Dueño de la casa (Iglesia, familia, ministerio, sector, vida...) es Otro; y ese dueño es exigente: pide que mantengamos un espíritu vigilante, siempre atento. El Dueño pide siempre cuentas de la administración.

- Nos toca ser fieles hasta en los mínimos detalles, porque los pequeños detalles son los que dan sabor a la vida. Los detalles deben ser cuidados permanentemente, en actitud paciente y prudente. Es muy dificil, pero siempre da resultado.

- Podemos ser vigilantes siempre y cuando resconozcamos el «para qué» de nuestra administración. Administramos la vida para Dios, para servir, para construir un Reino nuevo. La lámpara siempre encendida es muy importante: la fe siempre encendida!

 

Nos haría mucho bien pensar en la fidelidad de algunos hombres y mujeres de fe que mantuvieron su lámpara encendida fielmente, aun en momentos de crisis:

Mons. Romero: fiel hasta el final al Reino, al pueblo, a los pobres, incluso ante el abandono de sus mismos hermanos en el episcopado.

Card. F.X.N. van Thuan: obispo vietnamita, encarcelado durante 13 años (9 de los cules en aislamento) bajo el régimen comunista a finales de los '70; en esa situación mantuvo firme su fe, en todos los sentidos.

S. Teresa Benedicta de Cruz (Edith Stein): alemana; educada en la religión judía; se convierte al catolicismo a los 31 años; luego se consagra como religiosa; muere en el campo de exterminio de Auschwitz (Polonia) en 1942, tenia 51 años. Canonizada en 1998. En situación de persecusión fue fiel hasta el final.

S. José Sánchez del Rio: un jovencito mexicano; muere mártir a los 15 años en el contexto de la guerra cristera en 1928. Fiel a su fe en Cristo Rey y al Virgen de Guadalupe hasta el final.

D. Bonhoeffer: pastor protestante y teólogo luterano alemá; participó en los movimientos de resistencia contra el nazismo. Muere ahorcado en 1945, tenía 39 años. En su libro "El precio de la gracia. El Seguimiento", llega a decir que nuestra alegria es el sguimiento. La fidelidad debe mostrarse aun en los detalles más escondidos, como la oración.

Tantos hermanos: pensemos también en tantos hermanos y hermanas que en sus parroquias viven plenamente y con fidelidad su servicio a Cristo y a la Iglesia.

 

Preguntas:

¿Quién es nuestro tesoro?

¿Cuánto nos preocupamos por administrar el tesoro?

¿Qué tal está nuestra fidelidad al Reino?

 

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Para profundizar:

Cada uno de nosotros está invitado a una "esperanza activa". Según lo dice el Concilio Vaticano II: 

"Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios" (GS 39).

 

 

Ánimo!