XIX Domingo del Tiempo Ordinario
Jn 6,41-51
COMER PARA VIVIR
En el discurso de Jesús en Cafarnaún seguimos descubriendo elementos que nos sorprenden:
- Quien atrae es el Padre: y el punto hacia donde atrae es el Hijo. Por eso Jesucristo es nuestro Camino, nuestro Centro, nuestro Alimento. La atracción del Padre nos hace pensar en que nuestra fe tiene como punto de partida el don de Dios. Es nuestro Padre quien inicia y da cumplimiento a nuestro camino de fe.
- El que cree en el Hijo, bajado del cielo (sólo el Hijo ha visto al Padre), tiene vida eterna. La verdader vida está en creer; ese es el paso necesario para descubrir nuestra identidad. Nuestra fe es respuesta libre, como una constatación del don de Dios. Podemos entender nuestra fe como una experiencia de reconocimiento del don de Dios que siempre nos busca.
- El pan de vida se da para que sea comido; al comerlo se encuentra la vida. Comer es una acción humana que todos entendemos con facilidad: se come para vivir. Cristo se presenta como pan de vida para hacernos entender que sólo él puede satisfacer el hambre de vida que llevamos todos en el corazón.
- El pan que Cristo ofrece para la vida es su carne: esto quiere decir que da su persona total. Es Crismo mismo, con su humanidad y divinidad, que se dona como oferta de vida. Cristo se dona para dar vida. Es una oferta abierta y generosa, porque se ofrece para todos y se ofrece en modo total.
Esta personificación del pan se cumple de manera admirable y misteriosa en la celebración de la eucaristía y también en la Palabra. Vale la pena profundizar en la entrega que Jesús hace de sí mismo en el momento que comulgamos de su cuerpo. Y también cuando leemos su Palabra. Todo este dinamismo vivido en nuestra propia historia concreta.
¿Que piensas cuando recibes el pan eucarístico? ¿Qué apertura manifestamos ante la Palabra?
¿Reconocemos la entrega total de Cristo?
¿Nos sentimos motivados a entregarnos nosotros también?
¿Este mundo necesita de la "vida de Cristo"?
¡Ánimo!