XIII Domingo del Tiempo Ordinario

24.06.2017 11:22

Mt 10,37-42

"37.«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38.El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. 39.El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 40.«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. 41.«Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. 42.«Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.»"
Mateo, 10 - Bíblia Católica Online

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Comentario:
 

PERDER LA VIDA POR CRISTO

Esta es la hermosa via que nos enseña el Señor: perder la vida por Cristo y por su causa.

En el discurso apostólico del capitulo 10 de Mateo encontramos explicada la misión que se debe cumplir: anunciar el Reino de Dios (v. 7.27); todo eso se debe hacer con el sentido de dar testimonio de un misterio (vv. 9.18); proclamando paz (v. 13); enfrentando las persecuciones (vv. 16-19.23); en toda esta misión será el Espíritu quien hablará (v. 20). Seguramente llegará el odio de algunas personas que se sienten incómodas con la proclamación del Reino de Jesús (v. 22). pero ahí es donde se manifestará mejor la perseverancia.

Si la tarea es así de exigente entonces necesitamos estar dispuestos a renunciar a nosotros mismos para concentrarnos más y mejor en el proyecto del Maestro. El mensaje de este domingo nos presenta, por tanto, la exigencia de la darlo todo por anunciar el Reino de Cristo, reconociendo que en nuestra palabra y testimonio se hace presente la obra del Señor. Además, esta tarea tan bonita tendrá su recompensa para todos, cuando hay acogida y solidaridad.

La renuncia está simbolizada por la cruz (v. 38). Se trata de tomar la cruz (perder la vida por Cristo; esto es una opción personal!). Ese es el camino para encontrar la vida!  La recompensa está sinbolizada en el vaso de agua (v.42), como un gesto sencillo pero que expresa acogida, fraternidad, alivio, inmediatez, cotidianidad, solidaridad...

Podríamos decir entonces estas frases conclusivas:

— La entrega al Señor debe ser radical.

— Aceptar a Jesucristo implica aceptar su Reino.

— Aceptar el Reino es aceptar un estilo de vida, que implica la donación.

— En la donación de la vida se encuentra la Vida.

— Tomar la cruz es aceptar nuestra misión.

¿Cuál será nuestra opción?

Por otra parte, tenemos una invitación clara: acoger el Reino! acoger a Cristo! y realizar signos concretos, aunque sean pequeños... como dar un vaso de agua... o un saludo, una sonrisa, una mano extendida, un poco más de tiempo, una actitud de acogida, un camino compartido, un proyecto realizado en solidaridad...

¿Cómo hacer crecer más nuestra espiritualidad misionera?

¿Cómo superar el individualismo, la falta de identidad misionera o la caída del fervor misionero?

Estamo siempre llamados a crecer en nuestra identidad misionera. El Papa Francisco dice: Somos una misón (Cfr.EG 273).

¡Animo!

 

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Para profundizar:

El Papa Francisco nos dice en Evangelii Guudium: SI AL DESAFIO DE UNA ESPIRITUALIDAD MISIONERA

78. Hoy se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad. Al mismo tiempo, la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora. Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí.

79. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás. Así, las tareas evangelizadoras se vuelven forzadas y se dedican a ellas pocos esfuerzos y un tiempo muy limitado.

80. Se desarrolla en los agentes pastorales, más allá del estilo espiritual o la línea de pensamiento que puedan tener, un relativismo todavía más peligroso que el doctrinal. Tiene que ver con las opciones más profundas y sinceras que determinan una forma de vida. Este relativismo práctico es actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran. Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!

 

Además, 

273. La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo.