XII Domingo del Tiempo Ordinario
Mt 10,26-33
NO TENGAN MIEDO
El miedo es una relidad presente en el mundo de hoy y nos puede paralizar. Pero es necesario saber a qué o a quién se tiene miedo... Puede ser miedo ciertas personas que se son hostiles, a contextos desconocidos, al fracaso de la misión, al "que dirán", a la mala fama, a la persecusión, al compromiso, al sacrificio, miedo a una vida sin sentido...
El texto del evangelio que se nos presenta este domingo nos da algunas claves para superar nuestros miedos.
El capítulo 10 de Mateo es un pequeño resumen de lo que debe ser la experiencia misionera. Jesús envía a anunciar el Reino, pero no siempre ese anuncio encontrará respuestas positivas. Algunas veces la respuesta será la burla, o el rechazo, o la persecusión, o el odio, o las calumnias, o la muerte.
Por eso Jesús nos dice con tanta claridad y energia: "¡no tengan miedo!" (v. 26.28.31) Insiste sobre el tema para reafirmar que es importante poner toda la confianza en la gracia de Dios que nos protege.
- No tengan miedo a aquellos que quieren presentar una verdad distinta, pretendiendo esconder la Verdad de Dios. Tampoco tengan miedo a aquellos que quieren hacerles callar la verdad. Nuesra respuesta debe ser confiar en la potencia de la Verdad que siempre sale a la luz.
- No tengan miedo a aquellos que matan el cuerpo, pero que no tienen poder de matar el alma. Nuestra fuerza interior, nuestra capacidad de generar vida nadie la puede apagar, mientras tengamos como Fuente el mismo Espíritu de Dios. Si ese Espíritu se apaga, depende de nosotros. Y en esto sí debemos tener mucho cuidado. Nuestra atención debe ponerse entonces en aquella fuerza que puede "matarnos" el alma, y que proviene de nosotros mismos. Mientras tengamos firme nuestra confianza en Dios siempre hay esperanza.
- No tengan miedo porque Ustedes valen mucho. Valemos la sangre de Cristo (Cfr. 1Cor 6,20; 7,23; 1Pe 1,18-19). El amor de Dios nos da confianza. Sentirnos amados nos hace siempre reconocer el valor que tiene cada uno para Dios. El Señor nos conoce a cada uno por nuestro nombre, sabe nuestra historia, nuestra realidad, y así como somos valemos mucho para Él. Por tanto, no hay espacio para el miedo.
Ahora toca hacer una opción ante Jesús: reconocerlo o negarlo (v. 32.33).
Reconocerlo significa seguirlo y hablar de Él.
Negarlo sería rechar su palabra, en modo teórico o práctico.
La valentía (fundada en la confianza) es necesaria para cumplir con la misión de anunciar el Reino. Recordemos que no es un proyecto humano, sino divino.
Recordemos que todos somos profetas.
¡Ánimo!
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Para profundizar:
Evangelii Gaudium 20-23.
Aquí les presento el n. 23:
La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera».[20] Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6).