En la vida todo tiene un orden. Consciente o inconscientemente le damos orden a todo lo que hacemos o pensamos. A veces el orden depende de la importancia objetiva de cada cosa, a veces puede darse el orden según nuestros propios intereses.

 

El orden se presenta como una jerarquización de cada detalle de la vida. Esto es algo tan necesario para orientar mejor nuestras energías. Por la jerarquización de la vida aprendemos a priorizar. En la experiencia cotidiana siempre estamos priorizando basados en la jerarquía de valores: porque todas las cosas son importantes, pero unas tienen más importancia para nosotros, según las circunstancias o según los proyectos de vida que se quieren impulsar.

 

Por ejemplo, cuando replanteamos el programa de una jornada, en nuestro interior aprendemos a jerarquizar y reconocemos que hay cosas más importantes que otras: la oración cotidiana, el trabajo, la sonrisa, el comer, el ejercicio, el café... De todas las cosas que hacemos, sabemos que todo ayuda a nuestro crecimiento, pero hay algunas cosas que son más importantes y que no debemos abandonar. 

 

Si hablamos de un proyecto de la semana, del mes o del año... También aquí rerarquizamos y priorizamos, de ese modo enfocamos las energías para lograr nuestros objetivos. Si lo hacemos, ¡que bueno! Si no lo hacemos, ¡siempre es tiempo para comenzar a jerarquizar y priorizar!

 

Jesús nos ofrece un criterio para priorizar: Buscar primero el Reino de Dios y todo lo demás será dado por añadidura (Mt 6,33). En la jerarquía de valores que nos revela el Maestro Jesús, el Reino es lo más importante y tiene el primer lugar. Este planteamiento nos enfoca mejor en todo lo que hacemos.

 

Una pregunta que podemos hacer todos los días: ¿Cómo puedo contribuir hoy a la construcción del Reino de Dios?

 

Animo,

P. Rafael