Tercer Domingo de Cuaresma
Jn 2,13-25
LEER EL SIGNO PROFÉTICO... PONERSE EN CAMINO
La escena que nos presenta el evangelio de Juan está cargada de simbología mesiánica y profética. Es la famosa escena de la purificación del templo, haciendo referencia a la profecía de Malaquías 3,1-4. Jesús aparece con poderes divinos para purificar la casa de Dios. Su deseo es dar a conocer la verdadera naturaleza del templo, como una anticipación del verdadero Templo que es Jesús mismo, su cuerpo (v. 21), especialmente su cuerpo glorificado después de la resurrección. Jesús, el Mesías, es el templo definitivo. En él podemos hacer el verdadero encuentro con Dios.
Jesús afirma que el templo es la casa de su Padre (v.16). Esa casa tiene una dignidad tal que no hay espacio para el uso mezquino, egoista y corrupto, como una casa de mercado, esa mentalidad debe cambiarse de raiz (Cfr. Zac 14,21). Esa casa es para dignificarla. La invitación de Jesús es, pues, a poner la mirada en el verdadero Dios. Por eso la acción profética de Jesús es un acto de "purificación". Lo más importante es cambiar la mentalidad y ponerse en camino hacia la verdadera fe y adoración. La mejor respuesta al signo profético es ponerse en camino de fe, a la luz de su Pascua.
La propuesta de Jesús causa varias reacciones:
- Aceptación: muchos en Jerusalen aceptaron la propuesta de vida de Jesús (v. 23). Hay personas que logran descubrir el mensaje en las señales de Jesús. Que bueno es reconocer que hay personas que sí saben leer los signos proféticos y se dejan transformar por su mensaje.
- Disposición para entender: los discípulos ven y tratan de entender, haciendo referencia a las enseñanzas pasadas, creen y confirman las escrituras... (v. 22). Podríamos decir que hay un grupo de discípulos que se pone en camino, que logra hacer el discernimiento de los signos: hace memoria, compara, reflexiona, confirma y afirma la verdad de la Palabra revelada.
- Rechazo: también hubo una parte del pueblo que se cerró ante el misterio de la vida de Jesús (v. 18.20). También hay personas que no quieren ver, seguramente porque la centralidad de la vida no esta en Dios, sino en sus propios intereses o en sus ideas equivocadas de entender a Dios. Son personas que siempre buscan escusas para no creer.
¿Cuál es nuestra actitud ante el Misterio?
¿Estamos dispuestos a la purificación?
¿Queremos ponernos en camino de discernimiento para seguir entendiendo?
Para profundizar:
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 583-586.593.