SIN HACER RUIDO

30.12.2021 18:16

SIN HACER RUIDO 

Seguramente ya hemos escuchado aquella comparación que se hace entre un árbol que cae y un árbol que crece. La expresión dice así: "hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece lentamente en el tiempo". En esa expresión de la sabiduría popular se pone de manifiesto el proceso lento y silencioso de todo un grupo de árboles que crecen manifestando toda la riqueza de su identidad: son un bosque lleno de vida. Segurmente es más fácil y espontáneo poner atención en el ruido del árbol de cae, pero también es mucho más educativo concentrarse en el proceso de los árboles que crecen en su armonía silenciosa.
 
El Papa Francisco en su mensaje para la jornada de la paz del año 2022 (https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/20211208-messaggio-55giornatamondiale-pace2022.html), al final de su mensaje, manifiesta el deseo de que en este mundo encontremos más personas que, sin hacer ruido, con persevancia y humildad, se conviertan en artesanos de la paz. Es necesaria esa forma silenciosa de hacer las cosas. Y es que para hacer cosas grandes no se necesita hacer tanto barullo, ni mucho show ni espectáculos pasajeros. Las cosas mejores se construyen lentamente, con perseverancia, con situleza y también con orden.
 
Nuestro Maestro, Jesús de Nazaret, nos enseñó que lo que hace tu mano derecha no lo sepa tu mano izquierda (Mt 6,2-3), para reconcer que las obras buenas de solidaridad se hacen discretamente, pero que son esas las cosas que contruyen de verdad, eso es lo que realmente cuenta ante Dios. Por otra parte, Jesús pidió en varias ocasiones que las personas curadas no le dijeran nada a nadie, para no confundir la misión del Maestro con una obra de espectáculo proselitista.
 
Pero hablemos más claramente del estilo que nos mostró Jesús con su llegada en este mundo. El anuncio de su encarnación se dio en el silencio de Nazaret, cuando el ángel visitó a María. En silencio el Niño creció en el vientre de la Madre, sin que hubieran trompetas anunciando ese maravilloso proceso. El Niño nació en Belén, sin hacer ruido, en la discreción de un puesto marginal y se mostró pequeño a los pastores, sin imponer su presencia. El mismo Niño creció en Nazaret, en el ambiente familiar y silencioso de aquella familia creyente, que mostraba poco a poco cómo Dios iba desarrollando su plan de salvación.
 
Por todo esto, en este tiempo de Navidad, necesitamos volver a lo esencial: al Misterio de la Encarnación de Dios que, en el silencio, lanza un grito a la humanidad. Pero no es un grito ensordecedor, sino un mensaje que da ánimo a cada corazón. La presencia de Jesús entre nosotros es nuestra paz.
 
Les deseo a todos que en las celebraciones de Navidad aprendamos a descubrir el lenguaje de Dios.
 
Un abrazo,
Animo,

Rafael.