Sexto Domingo del Tiempo Ordinario
Mc 1,40-45
JESUS SANA NUESTRA LEPRA
La perícopa evangélica de este domingo nos transporta una vez más a Galilea, lugar donde Jesús predicaba el Reino y sanaba muchos enfermos. Con esa obra nos hace entrar en un modo distinto de comprender a Dios.
Esta vez el que se acerca a Jesús es un leproso, un "muerto viviente", porque era un hombre aislado, despreciado, condenado a estar lejos de los demás; según la mentalidad religiosa también estaba alejado de Dios. Esta era una mentalidad peligrosa, equivocada y, hasta cierto punto, blasfema, porque presenta a Dios como alguien capaz de despreciar a sus hijos.
La lepra era un sufrimiento fuerte debido a la enfermedad en sí y a la excomunión, según las leyes religiosas. Según la Ley era prohibido tener contacto con los leprosos (Lev 13). La experiencia del leproso pone en evidencia la dureza y falta de amor del sistema judío, que marginaba sin piedad a los que en realidad necesitaban ayuda. Pero Dios no margina a nadie. Al contrario lo que Dios quiere es acoger a todos.
La realidad de marginación que sufre el leproso es transformada por Jesús. San Marcos nos dice que Jesús sintió indignación y cierta cólera (v.41), porque está comprobando que la gente no ha entendido que Dios es misericordia. Por eso, para manifestar cómo es Dios realmente, Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo las palabras sanadoras: "Quiero, queda limpio" (v. 41). Es un momento impactante, Jesús tocando a un leproso para darle vida nuevamente. El corazón compasivo de Jesús hace que el hombre recobre la vida: comunión con Dios y comunión con los hermanos..
Jesús no margina, sino que acoge al hombre que sufre. Con un gesto sanador se da a conocer que Dios no está lejos, que Dios siempre se compadece de los más pobres y necesaitados. Un gesto es capaz de transformar la vida y la mentalidad.
El hombre curado no puede esconder su felicidad (v.45). Era normal querer divulgar una experiencia tan profunda. Eso mismo puede ser un buen ejemplo para nuestra propia vida: dar a conocer que hemos conocido al Dios compasivo.
Jesús también se acerca a nosotros, extiende la mano, nos toca y nos sana. Para Jesús ninguno de nosotros debería quedarse afuera de la misericordia de Dios. Pero es necesario que nos acerquemos a él para recibir su gracia. Si nos acercamos debemos hacerlo sin pretenciones, sin tratar de imponer nuestra voluntad (v. 40). El modo apropiado de acercanos al Señor es con el corazón dócil para reconocer su amor, aceptar su obra y dejarnos transformar por su amor.
¡Qué bueno es saber que en Jesús reencontramos nuestra armonía personal y la armonía con los demás!
¡Ánimo!
Para profundizar:
- Angelus del Papa Francisco, 15 febrero 2015: https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2015/documents/papa-francesco_angelus_20150215.html
- Angelus del Papa Benedicto XVI, 12 de febrero 2006: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/angelus/2006/documents/hf_ben-xvi_ang_20060212.html