Segundo Domingo de Cuaresma
Mc 9,2-10
+ Del santo Evangelio según san Marcos:
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”.
Palabra del Señor.
SEGUIR EN CAMINO, ENTRE LUCES Y SOMBRAS.
En el Segundo Domingo de Cuaresma siempre leemos el relato de la transfiguración. Este año toca leer la versión de Marcos. Después de leer el domingo pasada la experiencia del desierto ahora nos trasladamos con Jesús hasta un monte alto (Mc 9,2) para reconocer su gloria representada en sus vestidos blancos (Mc 9,3).
En la escena de la transfiguración podemos destacar muchos elementos. Destaquemos sólo algunos:
— Jerusalén es el símbolo de la Pasión. Jesús había anunciado, seis días antes de la trasfiguración, que tenía que ir a Jerusalén, para enfrentar la muerte y llegar a la resurrección (Mc 8,31). Ese anuncio había causado cierto miedo en los discipulos, pero sobre todo confusión e inconformismo (Mc 8,32-33). Por eso ahora, en la montaña, Pedro quiere quedarse en la montaña para no enfrentar la pasión. Vencer el miedo a Jesuselén es una invitación también para nosotros este domingo. En la montaña Jesús nos muestra su rostro glorioso precisamente para animarnos en el camino.
— Debemos nuevamente aprender a escuchar la voz del Señor, sólo así descubriremos el significado del camino, de todo el proceso, que incluye seguimiento, pasión, cruz, entrega, muerte y resurrección. Esa visión general es una gran ayuda para mantener la esperanza. Sólo escuchando al Hijo de Dios podremos entender el camino y la meta. Necesitamos, por tanto, quedarnos con el Maestro para seguir aprendiendo.
— Bajar de la montaña es un ejercicio valiente, porque se debe dar testimonio de la resurrección, en perspectiva de esperanza. Es un peregrinar con el deseo de plenitud, lo cual nos mueve a vivir con corazón abierto a un futuro mejor. La resurrección del Señor nos da la clave para entender todo el camino. Debemos aprender de los momentos de gloria, para que nuestro corazón se mantenga siempre en el seguimiento del Maestro.
Sigamos anunciando esta Buena Noticia: La vida de Jesús es nuestro modelo, nuestro camino y nuestra esperanza.
¡Ánimo!