SAN JUAN PABLO II, HOMBRE DE ORACION
San Juan Pablo II, hombre de oración:
Introducción:
Juan Pablo II es una figura extremadamente interesante, por muchos motivos. Uno de esos motivos es su vida intensa de oración, quizá esta sea la clave de una vida llena de frutos de fe y santidad, que han impactado el mundo. No hay duda que los hombres que han dado luz a este mundo son los grandes hombres de oración.
Una realidad constante de nuestra vida es la tentación. Jesús en el Getsemaní dijo a sus discípulos: “oren para no caer en tentación” (Mt 26,41). La oración nos da fuerzas para no dejarnos llevar por las tentaciones, que se pueden presentar de muchas maneras en la vida de los agentes de pastoral en el mundo de hoy.
Permítanme hacer primero una pequeña lista de las tentaciones más significativas que nos presenta el Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Después haremos una apología de la oración como la clave para no caer en estas tentaciones.
El Papa Francisco nos presenta las siguientes tentaciones: el pesimismo estéril (nn. 84-86); la mundanidad espiritual (nn. 93-97); la guerra entre nosotros (nn. 98-101). Para explicar mejor estas expresiones el Papa usa una diversidad de imágenes y de metáforas que ayudan a explicar mejor la gravedad de las tentaciones. Por ejemplo: individualismo, crisis de identidad, caída del fervor, desencanto, complejo de inferioridad, poco esfuerzo, relativismo práctico, temor al compromiso, cansancio interior, pragmatismo gris, pesimismo quejoso, sequedad espiritual, sospechas, desconfianza permanente, aislamiento, apariencia de religiosidad, vanagloria, corrupción con apariencia de bien, búsqueda de poder, prestigio, placer y seguridad económica; toda esta lista de situaciones peligrosas pueden presentarse en la vida de un cristiano. Y la clave para no dejarse llevar por estas situaciones es la oración.
Testimonios:
Ahora nos preguntamos, ¿cómo supo responder san Juan Pablo II a todas estas tentaciones en el momento histórico que le tocó vivir? Nuestro deseo, en esta reflexión, es afirmar que el Papa Juan Pablo II fue un modelo y maestro de oración; además, reconocemos que, con su ejemplo, nos sigue dando fortaleza.
Analicemos algunos testimonios:
a) El P. Carlos Walker, IVE, en una carta escrita desde Acilia, Roma, Lunes 21 de abril, 2014, dice: “un aspecto esencial de su santidad en el cual él debe ser un modelo para cada uno de nuestros religiosos: la perfecta armonía entre la acción y la contemplación, en la que la contemplación ocupaba el primer lugar”.
Durante el curso de su mandato, el Papa fue peregrino en 129 países en 104 viajes apostólicos, recorriendo 1.247.613 kilómetros, lo cual equivale a más de treinta veces la vuelta al mondo o tres veces el viaje de la tierra a la luna. El Papa dejó la ciudad de Roma por 822 días durante los cuales visitó 1.022 ciudades y pronunció 3.288 discursos. Su magisterio está contenido en 56 volúmenes grandes que ocupan casi 4 metros de una biblioteca. Juan Pablo II tuvo 1.164 audiencias generales, además de 1.600 encuentros con jefes de estado. Beatificó 1.338 siervos de Dios (incluidos 1.032 mártires) en el curso de 147 ceremonias de beatificación y canonizó 483 santos (de entre los cuales 402 eran mártires).
Con todo, la profundidad de la grandeza de este Papa no se nos revela solo ni principalmente por su increíble obra apostólica. El mismo Juan Pablo II dijo una vez, en relación a los tentativos de contar su historia: “Tratan de entenderme desde afuera; pero yo solo puedo ser entendido desde adentro”.
A Juan Pablo II se puede aplicar en forma paradigmática la definición que él mismo hizo del sacerdocio en una de sus audiencias generales: “el presbítero debe ser, como el mismo Cristo, hombre de oración” (Audiencia general, 2 de junio de 1993). Juan Pablo II
En su Carta Apostólica Novo millennio ineunte, hablando de la importancia ineludible de respetar el primado de la gracia, el Papa postula una pastoral que dé a la oración el espacio debido. Señala en forma incisiva que el olvido de esto es causa de grandes males: “La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad. Cuando no se respeta este principio, ¿ha de sorprender que los proyectos pastorales lleven al fracaso y dejen en el alma un humillante sentimiento de frustración?” (NMI 38).
Otra anécdota:
Konrad Krajewski, en su libro Ricordo di Giovanni Paolo II a sei anni dalla morte, dice: “Trece días después de su elección, el Papa se dirigió con algunos de sus colaboradores cerca de Roma a la Mentorella, donde está el santuario de la Madre de las Gracias. Preguntó a sus compañeros de viaje: “¿Qué es más importante para el Papa en su vida, en su trabajo?”. Le sugirieron: “¿Tal vez la unidad de los cristianos, la paz en Oriente Medio, la destrucción de la cortina de hierro…?”. Pero él respondió: “Para el Papa lo más importante es la oración”.
Esto es lo que Juan Pablo II nos enseñó con su magisterio papal. Más aún, es lo que aprendemos de su ejemplo personal.
Un testimonio más: Don Stanislaw fue el secretario de Juan Pablo II durante todo su pontificado y actualmente es cardenal y arzobispo de Cracovia. El 16 de octubre de 1978 fue ordenado sacerdote por Karol Wojtyla, quien también fue su profesor de teología moral. Él ha seguido cada paso de Juan Pablo II, tanto en Roma como en el resto del mundo. L revista Aleteia se encontró con él en Roma y le preguntó: ¿Podría decirnos brevemente cuál es el aspecto de la santidad de Juan Pablo II que usted ha vivido con más emoción en lo cotidiano y que ha podido vivir a su lado?
La respuesta fue: La oración. Era un hombre de oración. ¿Qué era para él? Rezar significa abrirse al Señor, escucharlo. Por eso él leía constantemente, cada día, la Sagrada Escritura y rezaba con la Sagrada Escritura, con la Palabra del Señor.
Él decía que cuando se reza, se percibe el mundo de otra manera, se juzga de distinta manera, se mira al otro de otra forma. Eso nos ayuda también a amarlo, a amarlo de manera sana, a amar como quiere el Señor.
Para Juan Pablo II:
“Todo se renueva en la oración, tanto los individuos como las comunidades. Surgen nuevos objetivos e ideales”.
“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar”
“Dios nos oye y nos responde siempre, pero desde la perspectiva de un amor más grande y de un conocimiento más profundo que el nuestro”
“La oración debe ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse de la falta de tiempo: lo que le falta es amor”.
“La oración puede cambiar vuestra vida. Ya que aparta vuestra atención de vosotros mismos y dirige vuestra mente y vuestro corazón hacia el Señor”.
“La oración puede definirse de muchas maneras. Pero lo más frecuente es llamarla un coloquio, una conversación, un entretenerse con Dios”.
Conclusiones
Con estos pequeños testimonios podemos hacer algunas conclusiones para nuestra propia vida de cristianos, buscadores de la santidad:
1. La oración no es una carga, es un camino, es una manera de vivir. Cuando hacemos que la oración sea parte de nuestra vida, nuestra vida poco a poco se va convirtiendo en oración. La oración se hace una necesidad. No se puede vivir sin oración.
2. La oración nos hace ser fuertes para la perseverancia en todos nuestros proyectos. No hay fuerza para la vida sin la oración. Un hombre de oración se muestra fuerte para vencer las tentaciones, sobre todo las tentaciones más sutiles que se presentan en la vida. Pensemos en la mundanidad espiritual. Ese es un reto muy grande.
3. La oración nos hace experimentar a Dios, porque facilita el encuentro con él. Y este encuentro hace posible que encontremos nuestra identidad. Cuanta falta nos hace profundizar en nuestra identidad de hijos de Dios. La oración será clave para crecer en esta identidad.
4. La oración lo define todo: la vocación, el trabajo, la alegría, el compromiso, la fraternidad, el estudio, el trabajo pastoral…. Todo. Por eso debemos hacer que el Seminario sea “escuela de oración”, que forme “hombres de oración”, donde se viva en “espíritu de oración”.
Les animo a seguir creciendo.