Rutilio Grande: «Sacerdote en salida»
Rutilio Grande: "sacerdote en salida".
La reflexión que presentamos a continuación está centrada en un sacerdote salvadoreño que, con su vida y su testimonio de fe, ha dejado marcado un camino para la Iglesia salvadoreña, que puede ser inspiración para las nuevas generaciones de sacerdotes y también para los cristianos que buscan una luz en su compromiso cristiano. El sacerdote al cual nos referimos es Rutilio Grande.
A Rutilio le atribuimos el calificativo de «sacerdote en salida» tomando como punto de partida un pensamiento que ha impulsado el Papa Francisco desde que asumió su tarea como pastor de la Iglesia: la Iglesia debe estar siempre en salida[1]. Este mensaje papal ha marcado e impulsado un estilo para la Iglesia.
En Evangelii Gaudium el Papa Francisco describe cómo debe ser el corazón y el rostro de una «Iglesia en salida». Se trata de un dinamismo que se debe vivir con alegría, sembrando la semilla de la Palabra, «en todos los lugares, en todas ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo» (n. 23). Por tanto, «la Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan […] Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva» (n. 24). La Iglesia debe comprometerse hasta el punto de «tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo»; además, «acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean» (n. 24). Como vemos la mentalidad del Papa es comprometedora hasta el punto de afirmar: «el discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo» (n. 24). Cada palabra nos recuerda a Rutilio Grande.
También en la audiencia general del 4 de mayo de 2016, el Papa Francisco, después de comentar la parábola del Buen Pastor que va en búsqueda de la oveja que se había perdido (Cf. Lc 15,3-7), lanza retos precisos para los cristianos: los cristianos «no debemos ser cerrados», «hay que salir y no cerrarse en sí mismo, en las pequeñas comunidades, en la parroquia, considerándose “los justos”». Por tanto, Jesús «nos impulsa a salir en búsqueda para emprender un camino de fraternidad». El Papa Francisco pide a la Iglesia una mirada de misericordia hacia el mundo contemporáneo. Esto exige salir e ir al encuentro de las periferias humanas. Una Iglesia misionera es abierta al mundo y a la historia, está siempre proyectada hacia la comunidad y dispuesta a tender la mano para levantar al caído o para curar las heridas más profundas. También estas reflexiones nos hacen pensar en el P. Rutilio, un sacerdote lanzado hacia sus hermanos.
Un sacerdote auténtico tiene el rostro de un pastor en salida, es un «sacerdote en salida». Es alguien que dona la vida para que surja más vida. Como dicen los obispos en Aparecida, «la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida con los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás»[2].
Afirmamos, entonces, que un ejemplo notable de «sacerdote en salida», de pastor misericordioso, de auténtico misionero, ha sido Rutilio Grande[3], asesinado cuando tenía 49 años de edad, el 12 de marzo de 1977, mientras iba de camino al Paisnal, junto con dos campesinos, Manuel Solórzano y Nelson Lemus, a celebrar la misa de la novena a san José.
El P. Rutilio «era un hombre emotivo, generoso, inquieto», era un jesuita que creía en la pasión del amor, inspirado en el Evangelio; había renunciado al trabajo académico para ir a vivir entre los campesinos, esto fue una muestra clara del sacerdote que va hacia el pueblo; consideraba que la única solución de los males de El Salvador, que tenía un alma rural, era la comunicación del Evangelio a los campesinos[4]; vivía pobremente; en la parroquia de Aguilares creó en cuatro años un movimiento de comunidades cristianas en las cuales participaban alrededor de dos mil campesinos; era un hombre pacífico que no quería cambios a través de la violencia. Y Mons. Romero lo consideraba un hombre de Dios[5]. Su vida y su muerte fueron motivo de esperanza para el pueblo[6].
Mons. Romero el día del funeral del padre Grande, el 14 de marzo de 1977, habló como un hombre que habla de su amigo, como sacerdote que reconoce en otro sacerdote a un hombre de Dios, que asume la auténtica espiritualidad evangélica. Frente a los restos mortales del Padre Rutilio y los otros dos campesinos reflexionó sobre la liberación cristiana que debemos promover desde la fe. A la luz del pensamiento de Pablo VI afirmó que la pauta para entender la muerte de Rutilio Grande es la evangelización. Una evangelización entendida como liberación, porque «la Iglesia no puede estar ausente en esa lucha de liberación; pero su presencia en esa lucha por levantar, por dignificar al hombre, tiene que ser un mensaje, una presencia muy original, una presencia que el mundo no podrá comprender, pero que lleva el germen, la potencia de la victoria, del éxito». Recordando a Pablo VI, agrega: La Iglesia ofrece esta lucha liberadora del mundo, hombres liberadores, pero a los cuales les da una inspiración de fe, una doctrina social que está a la base de su prudencia y de su existencia para traducirse en compromisos concretos y sobre todo una motivación de amor, de amor fraternal[7]. Interesante el concepto de «hombres liberadores», que cumplen su tarea desde su fe y el amor por los hermanos. Y es que la mirada vertical no puede separarse de la mirada horizontal, en una vida auténticamente cristiana.
Podemos decir entonces que Rutilio Grande fue una presencia original, un hombre comprometido con sus hermanos, motivado por el amor. Un «sacerdote en salida» porque asumió una fe que se manifiesta en el amor (Cf. Gal 5,6). El padre «Tilo», como lo llamaba su gente, fue un cristiano liberador, que supo caminar con el pueblo y traducir la fe en categorías concretas.
El amor es la clave. Así lo afirmó Mons. Romero: «El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte… su parte liberación cristiana». a de Teologia nueva, salvadoreña y vang entre los campesinos con un estilo popular. ngelio, el CAsí ama la Iglesia; muere con ellos y con ellos se presenta a la trascendencia del cielo. Los ama, y es significativo que mientras el Padre Grande caminaba para su pueblo, a llevar el mensaje de la misa y de la salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos, no una inspiración revolucionaria, sino una inspiración de amor y precisamente porque es amor lo que nos inspira, hermanos».
Rutilio fue un «sacerdote en salida» porque fue un «colaborador de la liberación cristiana». Fue asesinado porque el mensaje que predicaba causó incomodidad a los poderes dominantes del momento. Al final el amor del padre Rutilio por su pueblo no fue opacado. Al contrario, su testimonio brilló y sigue brillando en el concierto de grandes testigos de la fe que han asumido el cristianismo como algo serio y responsable. Esta es la herencia que debemos recoger y seguir promoviendo en nuestra Iglesia salvadoreña.
En el 2015 se introdujo la Causa de Beatificación, precisamente para reconocer en este gran sacerdote un ejemplo de vida cristiana, con radicalidad evangélica y profundo sentido de la misericordia, como lo pide Jesús en el evangelio y como lo ha recordado el Papa Francisco. Dice J.M. Tojeira que recordar a Rutilio Grande es revivir sus ideales, su solidaridad y su fuerza profética y esto es la confirmación de un camino y una esperanza[8]. Por su parte dice J. Sobrino: «el asesinato de Rutilio se convirtió en punto de partida de una tradición eclesial»[9].
Concluimos reconociendo nuestra alegría por que la Iglesia está reconociendo la obra evangelizadora de grandes sacerdotes salvadoreños, cercanos al pueblo, evangelizadores y liberadores. Esperamos que Rutilio Grande, como «sacerdote en salida», nos ayude a encontrar nuevos caminos de fe y esperanza.
[1] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn. 20-24.
[2] Documento de Aparecida, n. 360.
[3] Rutilio Grande nació en El Paisnal el 5 de julio de 1928, el último hijo de Salvador Grande y de Cristina García. Fue ordenado sacerdote en 1959 por Mons. Luis Chávez y González. Se hicieron amigos con Mons. Oscar Romero en el seminario en 1967. Fue Formador en el Seminario “San José de la Montaña”. Desde 1972 se dedicó a acompañar a los campesinos de la parroquia de Aguilares. Fue asesinado por la Guardia Nacional.
[4] Interesante la descripción que hace J.M. Tojeira sobre la pastoral que desarrollaba Rutilio Grande entre los campesinos con un estilo y lenguaje popular, cercano, usando la religiosidad popular y con un alto sentido de conciencia social, en «Novedad y Tradición: El martirio de Rutilio Grande», Revista Jesuitas (Noviembre, 2016).
[5] Cf. R. Morozzo della Rocca, Oscar Romero. La Biografia, Milano 2015, 82-84.
[6] Cf. R. Cardenal, Historia de una Esperanza. Vida de Rutilio Grande, San Salvador 1985: «En Aguilares aconteció algo importante desde la llegada de Rutilio Grande y su equipo misionero. Ellos hicieron fructificar la esperanza del campesino, la cual más tarde repercutió en el país entero y en América Latina».
[7] Cf. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, n. 38.
[8] Cf. J.M. Tojeira, «Novedad y Tradición…», en Revista Jesuitas (Noviembre, 2016).
[9] J. Sobrino, «Rutilio Grande. El Nacimiento de una Iglesia nueva, salvadoreña y evangélica», en RLT (2007) 3. Edición digital: https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1353/1/RLT-2007-070-A.pdf (citada: 2/1/17).