RENACER
Aprendiendo a renacer
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que les está reservada en el cielo. La fuerza de Dios les custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Alégrense de ello, aunque de momento tengan que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de su fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.
No han visto a Jesucristo, y lo aman; no lo ven, y creen en él; y se alegran con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: vuestra propia salvación.