RECORDANDO A RICARDO
A mi hermano Ricardo:
¡Tu muerte prematura no es la voluntad de Dios! Estoy seguro que nuestro Padre no quería que tú murieras de ese modo ni que murieras a tus 44 años. Tu muerte es una muestra de la maldad que se esconde en el corazón del hombre. Tu muerte, además, expresa la estupidez en la cual puede caer una sociedad que no sabe escuchar la voz del Mestro de Nazaret, quien nos dijo que venía para darnos vida en abundancia. Me explico un poco mejor: la destrucción entre nosotros mismos es un acto realmente insensato, animalesto y hasta bestial. No hay duda que cuando falta la fe, el ser humano es capaz de lo peor. Y cuando hablo de la fe me refiero a la auténtica fe, aquella que se vive en un seguimiento permanente de Jesús, viviendo la experiencia de la fraternidad. Esto fue lo que tú creías y que también proponías a todas las personas con las cuales ejercías tu sacerdocio: los jóvenes en proceso de formación, la personas de las parroquias o los movimientos, las personas a las cuales dabas dirección espiritual.