Primer Domingo de Adviento

28.11.2020 11:24

Mc 13,33-37

 

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Palabra del Señor.

¡ESTAR ATENTOS!

Comenzamos un nuevo Año Litírgico. Empezamos el tiempo del Adviento, como etapa preparatoria para llegar a celebrar la gran fiesta de la Encarnación del Verbo de Dios. La oración más popular y más profunda de este tiempo es: ¡Ven, Señor, Jesús!. Pero, para recibirlo, junto a la oración, debe estar también presente la actitud vigilantes. Por eso Jesús nos dice: "permanezcan alerta".

Jesús, en el evangelio de este primer Domingo del Adviento nos recuerda el modo cómo debemos esperar "el día y la hora": estando atentos, estando en contínua vigilia, estar preparados.

¿Qué se espera de un vigilante? Que se mantenga despierto, que ponga atención a todos los detalles, que tenga los ojos abiertos para descubrir los signos de la novedad, que tenga su lámpara lista pra usarla en cualquier momento, que tenga esperanza en la llegada de su Señor, que escuche con corazón alegre, que no pierda de vista la importancia de la Persona que llegará, ¡es su Señor! Por todo esto es importante reflexionar sobre el "cómo esperamos". No importa el "cuándo", lo que importa es el "cómo" esperamos.

Ahora nos preguntamos, ¿Cómo estamos esperando al Señor? ¿Nuestro corazón está despierto y atento? ¿Cuál puede ser el mejor modo para mantener la fe siempre despierta? ¿Quiénes son los que deben vigilar? ¿Cómo estamos alimentando nuestra esperanza? ¿Tenemos confianza en las promesas del Señor?

Quizá algunos elemento que pueden ayudarnos son: hacer memoria de todo lo que Dios nos ha prometido y redescubrir que esa promesa se refiere a la salvación y la liberación, es decir, que es promesa de vida plena y auténtica; además, reconocer que la llegada del Señor es motivo de alegría, por eso la preparación debe hacerse con entusiasmo, con corazón confiado y agradecido.

Nos toca, entonces,  anunciar al mundo esta gran noticia: la llegada del Señor es para salvarnos.

Tambié nos toca recordarle al mundo cómo esperar: con corazón despierto y atento.

¡Ánimo!

 

 

PARA PROFUNDIZAR:

 

 Papar Francisco:  Homilia 2, dic 2017.

Atentos y vigilantes

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando haremos memoria de su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y a los muertos». Por eso debemos estar siempre alerta y esperar al Señor con la esperanza de encontrarlo...

La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud nos damos cuenta de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos percibir también sus capacidades y sus cualidades humanas y espirituales. La persona mira después al mundo, tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad que hay en él y alegrándose de los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos y de la sociedad, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha colocado.

La persona vigilante es la que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la desilusión; y al mismo tiempo rechaza la llamada de tantas vanidades de las que está el mundo lleno y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar...