PARROQUIA, PUEBLO DE DIOS EN CAMINO
LA PARROQUIA ES PUEBLO DE DIOS EN CAMINO.
(Reflexión pronunciada en el contexto de los 50 años de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Rosario de la Paz)
Después de haber reflexionado sobre la identidad y naturaleza de la Iglesia como pueblo de Dios según las afirmaciones doctrinales y teológica del Concilio Vaticano II, ahora quisiera proponerles una reflexión sobre la manera concreta en que ese pueblo de Dios se pone en camino, de modo particular en la experiencia parroquial.
Ustedes, como comunidad parroquial son expresión del pueblo de Dios, en Ustedes se encarna la realidad histórica que implica caminar según el horizonte que presenta la Palabra de Dios para la Iglesia.
Analicemos las afirmaciones siguientes:
— La parroquia es el pueblo de Dios en camino en cuanto hace la experiencia de articularse como comunidad de comunidades y grupos. Lo dice Puebla, 644: «La parroquia realiza una función en cierto modo integral de Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia… es centro de coordinación y de animación de comunidades, de grupos y movimientos. Aquí se abre más el horizonte de comunión y participación». Y también Santo Domingo, 58: «La parroquia, comunidad de comunidades y movimientos, acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión». Esta visión de trabajo conjunto está mejor expresado por el Papa Juan Pablo II cuando dice que la parroquia es «la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu Santo» (ChL 26).
— La parroquia es pueblo de Dios en camino en cuanto hace experiencia de crecimiento en la fe. Lo dice Juan Pablo II, en Christifideles Laici 26: «La parroquia es una comunidad de fe y una comunidad orgánica en la que el párroco, que representa a la obispo diocesano, es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia particular». El documento de Aparecida, en cambio, destaca la formación integral que se debe organizar en la parroquia para que se dé el crecimiento en la fe: es espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente (Cfr. DAp, 304). Por eso también se puede afirmar que la parroquia es célula viva de la Iglesia (DAp 170), un lugar privilegiado para tener una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia.
— La parroquia es pueblo de Dios en camino en cuanto cumple una misión profética, al estilo de Juan Bautista. Juan Bautista dijo «he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel» (Jn 1,31); y también «yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios» (Jn 1,34). Así también la Iglesia, encarnada en cada parroquia, como pueblo de Dios debe dar testimonio profético de la presencia de su Señor y de su capacidad de peregrinar hacia Dios (Cfr. EG, 111). El testimonio profético se concretiza en la capacidad de estar siempre en misión. La parroquia debe ser «centro de irradiación misionera» (DAp 306); la parroquia debe estar en «estado permanente de misión» (EG 25).
— La parroquia es pueblo de Dios en camino en cuanto manifiesta la esperanza de un mundo nuevo, con su esfuerzo evangelizador y la opción por los pobres. La evangelización se hace yendo al encuentro de los que sufren: los pobres, marginados, excluidos. Necesitamos Parroquias samaritanas, como dijeron los obispos en Aparecida: La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace presente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre (cf. Fil 2,6-8), nos plantea la exigencia de una evangelización integral. La inmensa mayoría de los católicos de nuestro continente viven bajo el flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica, física, espiritual, moral, etc. Si Jesús vino para que todos tengamos vida en plenitud, la parroquia tiene la hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos. Para ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena samaritana como Él. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda «la imaginación de la caridad». No puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas. Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión trascendente del ser humano y por todas sus necesidades concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo ofrece. (n. 176).
— La parroquia es pueblo de Dios en cuanto que evoluciona según las exigencias de cada tiempo. El Papa Francisco habla de plasticidad, docilidad, creatividad para reformarse y adaptarse continuamente (Cfr. EG, 28). Estas palabras que usa el Papa nos impulsan a dar lo mejor de nosotros mismos para hacer que nuestras parroquias sean comunidades que caminen de acuerdo a los retos pastorales que va presentando la historia. No hay duda que cada época histórica presenta preguntas especiales que merecen ser respondidas. Es nuestra tarea ser creativos y adaptarnos, sin perder de vista lo esencial: el mensaje de Jesucristo.
En todas la afirmaciones anteriores hemos tratado de dar un rostro concreto de la Iglesia que se manifiesta como pueblo de Dios en camino en una parroquia concreta. Con este ejercicio, seguramente, hemos hecho una buena evaluación de nuestra propia realidad parroquial. Sobre todo en este contexto en que la parroquia Nuestra Señora del Rosario celebra su quincuagésimo aniversario.
Pero, veamos más atentamente algunas indicaciones que pueden servir como pequeño examen de conciencia parroquial, para descubrir por dónde deberíamos seguir avanzando en los años venideros.
Una parroquia que celebra 50 años me parece que debería preguntarse:
· ¿Cuáles son los pilares fundamentales que hacen posible que se mantenga viva la comunidad parroquial? Puede ser la fe y la santidad que han vivido nuestros antepasados. Si eso es así, nuestra gratitud para todos aquellos que dieron origen a la parroquia y también para aquellos que fueron capaces de dar seguimiento al trabajo evangelizador, con espíritu de santidad y entrega. Es nuestro deber seguir sus pasos.
· Seguramente la parroquia ha tenido varias etapas y entre esas etapas se han dado momentos de crisis, momentos oscuros o momentos de poca organización. La pregunta que nos hacemos ¿qué cosas o quiénes han hecho posible que esta barca se mantenga a flote a pesar de las dificultades? Puede ser que los que han sostenido esta barca han sido los hombres y mujeres de oración, los que han sabido buscar con sinceridad y han dado una respuesta coherente al Señor, los que han buscado vivir la santidad cristiana. Si esto esa así, también nuestra gratitud para todos aquellos que han dado testimonio de fe, aún en los momentos de crisis. Nuestra mejor manera de guardar su memoria es seguir sus pasos.
· Otra pregunta que podemos hacernos: ¿Cuál ha sido el nivel de organización en el trabajo pastoral? ¿Ha habido crecimiento? ¿Se puede notar el esfuerzo por una pastoral más orgánica y articulada? ¿Podemos decir que en la conciencia de los parroquianos existe ahora la convicción de caminar como una gran familia parroquial? Si esto es así, nuestro agradecimiento a todos aquellos que buscan incansablemente un trabajo cada vez más organizado.
· Por último, propongo otra pregunta: ¿En todo el proceso de los 50 años se nota el crecimiento en la fe? ¿Se puede decir que hay mayor conciencia eucarística? ¿Se puede palpar mayor capacidad de servicio en los hermanos? Si esto es así, nuestra gratitud para todos los que han contribuido —sacerdotes, fieles, familias, jóvenes, catequistas, etc— en el proceso de crecimiento parroquial.
Conclusión:
Permítanme una pregunta conclusiva: ¿Cuál debe ser el camino que se debe seguir en el futuro?; Esta pregunta tiene sólo una respuesta, pero con distintos rostros. La respuesta es una persona: Jesucristo. Aquel que dijo «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Jesucristo es nuestro proyecto pastoral. La comunidad parroquial seguirá avanzando solamente si está centrada en Jesucristo, fundamentada en Jesucristo, iluminada por Jesucristo, moldeada según la vida de Jesucristo. Lo dijo Juan Pablo II, al iniciar el Tercer Milenio, en la Novo Millennio Ineunte, 29:
«No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio.
Sin embargo, es necesario que el programa formule orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de cada comunidad».
La centralidad de Jesucristo también la expresa el Papa Francisco, en Evangelii Gaudium: «La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y de la celebración» (n. 28). Cada una de estas indicaciones está referida a Jesucristo: la Palabra es de Jesucristo, la vida cristiana está centrada en Jesucristo, la caridad se vive según el modelo de Jesucristo, la adoración y la celebración es el misterio pascual de Jesucrito. Por tanto, a seguir caminando con Jesucristo y en Jesucristo.
Dos afirmaciones finales que nos quedan como reto:
1. Juan Pablo II nos recordó en NMI, 1: «¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: « Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre » (Hb 13,8)».
2. Y el Papa Francisco nos ha dicho en Evangelii Gaudium, 20: «Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio».
¡Ánimo, hermanos! A seguir caminando bajo la guía de Jesucristo.