Padre Ismael Eusebio
16.09.2020 19:44
EL DON DEL SACERDOCIO DEL P. ISMAEL EUSEBIO
El sacerdocio es un don y un misterio, así lo definió el Papa Juan Pablo II, cuando cumplió 50 años como sacerdote. El don procede de Dios y es tan misterioso que nunca lograremos definir con total claridad por qué Dios llama; es una llamada continua que requiere una respuesta continua. En ese proceso de llamada y respuesta continua se puede profundizar mejor el misterio de la llamada al sacerdocio.
El 8 de septiembre el P. Ismael Eusebio cumple dos años como sacerdote. Son dos años de camino y entrega generosa. Esta es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia del sacerdote para la Iglesia y para el mundo.
Me permito dirigir algunas palabras, especialmente para el P. Ismael Eusebio:
1. La primera palabra que me viene en mente decir es GRACIAS. Te agradesco P. Isamel Eusebio por el camino de fe que ya has recorrido. Este camino comenzó en el seno de tu familia, en tu experiencia de parroquia y en el proceso de tu formación inicial. Todo ese recorrido te condujo a la consagración total al Señor. Me gusta pensar que el día de tu ordenación no recibiste un sacramento, sino que te convertiste en un sacramento permanente para el mundo. Gracias por esa disponibilidad para dar tu vida como don, servicio y testimonio.
2. La segunda palabra que me gustaría decir es ANIMO. Hemos hablado en distintos momentos sobre la importancia de darnos ánimos los unos a los otros. Seguramente en tu vida has tenido tantas personas o situaciones que te animan para seguir sirviendo fielmente. Ahora te quiero recordar que también es tarea tuya animar a otros hermanos. Eres un sacerdote alegre, animoso, servicial, inteligente... y puedo agragar muchas otras cualidades. Todas estas cualidades puedes profundizarlas todavía más, esa es tarea para toda la vida. Sigue adelante, con mucha fe y esperanza. Espero que tu vida siga siendo un signo profético de esperanza, con todo lo que dices y haces.
3. La tercera palabra que me gustaría proponer es AMA INTENSAMENTE. Ama tu sacerdocio, tu vocación, tu pueblo, tus tareas. El amor de un sacerdote define todo: su modo de orar, su modo de estudiar y de servir. El amor está a la base del camino, da sabor a todo el camino y nos espera al final del camino. El amor es la condición indispensable para vivir toda vocación. Sólo desde el amor se puede dar la entrega libre, el servicio al prójimo sin esperar nada a cambio, el esfuerzo por construir el reinado de Jesús en nuestro mundo. Hoy más que nunca necesitamos sacerdotes convencidos, que se sienten misericordiados y que reparten misericordia (Papa Francisco); necesitamos sacerdotes que sepan transparentar, con su palabra y su vida toda, el rostro bueno de Jesús; necesitamos sacerdotes que dan vida nueva según el evangelio del Maestro. Necesitamos sacerdotes que sepan actualizar el corazón sacerdotal de Cristo.
Ahora quisiera recordar tres consejo (claves de vida) que encontramos en las Sagradas Escrituras: "Reaviva el don de Dios que has recibido" (2Tm 1,6); "No descuides el carisma que hay en ti" (1Tm 1,14); "Combate el buen combate" (1Tm 1,18). Son tareas en las cuales debes poner todo de tu parte para que el don de Dios siga siendo significativo para ti mismo, para la Iglesia y para el mundo. La mejor manera para reavivar, cuidar y combatir es estar siempre con el Maestro.
Finalmente, parafraseando el hermoso programa que encontramos en la Primera Carta de Pedro 5,2-4: apacienta el rebaño de Dios que se te ha encomendado, no forzado, sino de buena gana, de corazón, con amor, según Dios. No se trata de tiranizar el rebaño, sino ser modelo para la grey. Y ten la esperanza que el Supremo Pastor te dará un corona de gloria.
P. Ismael Eusebio, tu sacerdocio tendrá siempre un significado salvífico, porque Cristo se seguirá haciendo presente por medio de tu vida consagrada. Así reflexionaba Mons. Romero en la ordenación sacerdotal del P. Jaime Paredes (que fue la última ordenación que realizó): "El sacerdocio es un don de Dios para el pueblo". Por eso el Señor consagra "hombres entresacados de los hobres para que se ocupen en las cosas de Dios, para que se ocupen de dar al pueblo el sentido cultural y el sentido salvífico; hombres que sigan siendo como el Cristo que se encarna para seguir proyectando su encarnación en los pueblos, en las familias, en los diversos apellidos, en los diversos sectores, donde quiera que la humanidad necesita y comprenda la necesidad de salvarse y de elevarse a Dios".
Sigue adelante, hermano.
Que María Santísima, Madre de los sacerdotes, te proteja siempre y sea para ti inspiración para tu camino de fe sacerdotal.
P. Rafael