Nuestra pequeñez ante el Misterio

04.02.2021 22:40

NUESTRA PEQUEÑEZ ANTE EL MISTERIO

Según los hitoriadores de Santo Tomás, se dice que el gran teólogo dominico, tres meses antes de morir (más o menos a los 50 años) tuvo una visión mística mientras celebraba la misa. Desde ese momento dejó de escribir, porque consideró que todo lo que había escrito sobre el misterio de Dios no era nada comparado con la grandeza de Dios que le fue revelada en la visión mística. Esta pequeña anécdota de la vida del gran filósofo y teólogo Santo Tomás, me ha hecho pensar en un par de cosas:

— Primero: Ante la grandeza de Dios nuestra capacidad de reflexión se queda siempre pequeña, es sólo aproximativa. Además, todo lo que podemos conocer apenas es un asomarnos a la grandeza del Señor. Cuando conocemos algo sobre Dios, siempre es mucho más lo que no conocemos. Esto nos ubica en una condición bien precisa: somo seres que buscamos "a tientas" el Misterio de Dios. Sin embargo, en Jesucristo se nos ha dado a conocer un "rostro", en quien encontramos un camino seguro, por tanto, aunque caminamos a tientas, no lo hacemos a oscuras, sino con la luz de Aquel que ha querido hablarnos con un lenguaje que podemos comprender: el lenguaje del amor. Vale la pena seguir avanzando en el camino, con ese espíritu humilde que nos permite asombrarnos ante la grandeza del Eterno.

— Segundo: Nuestras afirmaciones sobre el misterio de Dios son apenas un intento de explicación, a veces tímido y a veces más valiente, con la intención tematizar la verdad y así alcanzar la verdadera sabiduría. Recordemos que el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Proverbios 1,7). Por eso es necesario que, si logramos comprender algo, sirva para intensificar nuestro amor a Dios y su obra salvadora. En Santo Tomás encontramos esta actitud humilde:  estudiaba, oraba y comprendía, luego compartía lo que comprendía, pero nunca lo hacía con actitud orgullosa, sino con la intención de ayudar a muchos a encontrar la salvación desde la fe.

 

Dios nos ha dado a todos la capacidad de reflexión y comprensión, si es así, que sea para corresponder a su amor.

Por último, recordemos que a Dios se le comprende mejor de rodillas.

¡Ánimo!