MEMORIA AGRADECIDA

18.03.2021 18:26

MEMORIA AGRADECIDA

Han pasado 20 años desde aquel 10 de marzo del 2001, cuando el Señor, desde su designio de amor, me consagró como sacerdote, para ser un signo de su mismo amor para el mundo.

Una cosa suena y resuena en mi mente en estos días: la memoria agradecida. Sobre todo después de recordar todo el camino recorrido, las personas encontradas, las experiencias vividas, las cruces que han marcado un ritmo, las alegrías que han dado esperanza, la armonización de una serie de signos que me dan la certeza para decir una cosa: gracias, Señor!

No soy perfecto y dejo mis pecados en manos de Dios. De momento, quiero recordar las bondades que Dios me ha manifestado. Todo es pura gracia:

Recuerdo mis primeros años en San Nicolás Lempa, fue mi primera escuela en todo sentido: aprendí a dar mis energías juveniles y a recibir el calor de un pueblo que sabe hace camino organizado con un acompañamiento cercano. El trabajo pastoral era intenso, pero muy satisfactorio, al ver una parroquia de gran vitalidad.

Recuerdo el momento cuando se nos confió tambíen la Parroquia de Tecoluca. En esos años nos tocó atender todo el municipio, desde las faldas del volcán hasta la desembocadura del río Lempa. Eran días de trabajo todavía más intenso y, sin embargo, la amplitud del trabajo pastoral no nos asustaba para nada. Nuestro deseo era dar lo mejor para el pueblo de Dios.

Recuerdo mi primera experiencia de misión fuera de mi país: mi año de trabajo en Puerto Rico. Conocer otra cultura, con sus modos y tradiciones, con su estilo propio de vivir la fe, me abrió un horizonte especial sobre lo que significa la Iglesia. Además, me enseñó a valorar más a mi propio país. Puerto Rico me dilató el corazón para una fraternidad más amplia: por los sacerdotes que conocí y tantos hermanos con los cuales hicimos un pequeño camino de fe.

Recuerdo el impacto de mi primer viaje al Viejo Continente: la primera experiencia en Italia. Otra lengua, otra cultura, nuevos retos. Con un horizonte más amplio por la experiencia en la universidad. Pastoralmente fue un cambio radical: la experiencia me permitió aprender a adaptarme, haciendo la propuesta esencial del evangelio. Recuedo Mandela como la comunidad en la que aprendí a conocer de persona a los italianos, con sus virtudes y defectos.

Recuerdo mi regreso a El Salvador y mis tres meses de trabajo en San Juan Tepezontes. Fueron meses intensos porque tuve la oportunidad de celebrar la Navidad y las fiestas patronales. La acogida de las personas en esos días fue bonita. Que buen recuerdo!

Recuerdo mi llegada a San Rafael, primemo como vicario y luego como párroco. Fueron 10 años en total. Allí viví la década de mis 30. Fue el tiempo para la maduración de la vocación, con trabajo intenso y más estable, siguiendo procesos, acompañando personas y grupos. Tuve la oportunidad de entrar en la experiencia de la formación en el Seminario, como parte del Equipo Formador o como profesor. Fue tiempo también para tareas diocesanas. Sin duda, años  muy intensos.

Recuerdo mi año de misión en Olancho, Honduras. La tierra y la gente olanchana han dejado una huella imborrable en mi alma. Esa corta experiencia misionera me hizo entender lo que significa llevar el evangelio sin esperar nada a cambio. Valió la pena cada caminada bajo el sol por aquellas montañas. Valió la pena enfrentar los peligros de las carreteras en tiempo de invierno... Que bueno fue trabajar con cada una de una de las 120 aldeas que atendíamos, con los delegados de la palabra y la familias. Que buenos recuerdos de los sacedotes de la Diócesis de Juticalpa!

Recuerdo el momento de mi regreso a Italia. Esta vez con más responsabilidad. La vivencia de estos últimos  cinco años de mi vida en Italia también han sido y siguen siendo una gran escuela. He aprendido a conocer más al pueblo italiano, sus dudas y miedos, su fe y esperanzas, sus necesidades espirituales y la riqueza de sus tradiciones. Y seguimos caminando hasta que el Señor lo permita.

En todas estas experiencias nunca he caminado solo. Siempre he trabajado con otros sacerdotes. También han estado presentes mis familiares, amigos, personas de fe de los distintos lugares... Tantos nombres que están grabados en mi corazón!

No hay duda que todas estas experiencias han sido don del Señor.

Al celebrar mis 20 años he recibido mensajes estimulantes de tantas personas. Valoro mucho sus palabras. Entre las cosas que más me dan ánimo es saber que están orando por este servidor y por todos los sacerdotes.

¿Cómo no dar gracias a Dios por todo esto?

¿Cómo no  tener una memoria agradecida?

Un abrazo,

P. Rafael