IV Domingo de Pascua
Jn 10, 11-18
EL PASTOR BUENO
Jesús se nos presenta como Pastor, pero no cualquier pastor. Es un pastor bueno, con características muy particulares:
- Conoce al rebaño: porque es suyo; no es un asalariado que cuida del rebaño sólo por la paga. Es una realidad muy profunda esta de la "pertenencia", es una identidad que nos da tranquilidad... Somos propiedad de Jesús, somos suyos.
- Da la vida por el rebaño: con toda libertad; no se siente obligado, lo hace por amor. Se sacrifica por el rebaño. El Buen Pastor es capaz de exponer su vida por el rebajo, por los suyos.
- Se preocupa para que haya un sólo rebaño; no tiene una mentalidad cerrada; quiere que el rebaño se unifique. Esta es una misión constante: reunir al rebaño. Para que se dé esta unificación debemos ser creativos, tener espíritu fuerte y audaz, asi lo dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, n. 131:
«Miremos a Jesús: su compasión entrañable no era algo que lo ensimismara, no era una compasión paralizante, tímida o avergonzada como muchas veces nos sucede a nosotros, sino todo lo contrario. Era una compasión que lo movía a salir de sí con fuerza para anunciar, para enviar en misión, para enviar a sanar y a liberar. Reconozcamos nuestra fragilidad pero dejemos que Jesús la tome con sus manos y nos lance a la misión. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. La audacia y el coraje apostólico son constitutivos de la misión».
Un pastor así entusiasta, entregado, vigilante, misericordioso, sensible y propositivo, vale la pena seguirlo donde sea que vaya y a la hora que sea.
¿Estamos dispuestos a seguir ese Pastor?
Nuestra Iglesia hoy sigue trabajando en la pastoral con esta espiritualidad?
¡Ánimo!