IV Domingo de Cuaresma

27.03.2014 21:07

Jn 9,1-41

LA LUZ DEL MUNDO ES CRISTO

Segumos caminando en este itineraio cuaresmas. Muchos signos van orientando nuestro camino. Ya hemos hablao del desierto, la montaña, el agua. Ahora nos encontramos con el símbolo de la luz. 

Jesús se presenta como la luz del mundo (v. 5); esta autopresentación nos hace entender que para no caminar en tinieblas debemos buscarlo a Él. Sólo Jesús es capaz de sanar una ceguera de nacimiento. Jesús ilumina nuesrtas vidas y nos hace "hijo de la luz". 

Jesús ha venido para que los que no ven puedan redescrubrir la luz (v. 39), para que todos sepamos superar las tinieblas. Nuesta vida debe ser un continuo paso de las tinieblas a la luz.

No hay nadie que le guste caminar en tinieblas. Y si alguien está en tinieblas debe buscar la luz de Jesús. Es mejor caminar en la luz.

¿Cuáles pueden ser las cegueras (tinieblas) de hoy? Reflexionemos sobre algunos ejemplos:

1. Quizá las distracciones, que no permiten centrarnos en aquello que vale la pena, que no nos permiten escuchar la voz de la Persona que nos da vida. Las distracciones se pueden superar con un pequeño esfuerzo de concentración, vivendo una auténtica jerarquia de valores.

2. Puede ser un vicio que no nos permite medir la vida desde una perspectiva distinta, esas ataduras limitan la vida. Los vicios, cualquiera que sea, es una esclavitud y nosotros estamos llamados a vivir en libertad, como hijos de Dios.

3. Puede ser una ideología que no deja abrirse a la novedad del Evangelio, porque vemos la vida sólo con un lente. Por eso es importante redescubrir la perspectiva de la vida desde la luz de Cristo. Para eso es necesario responder a esta pregunta: ¿Crees en el Hijo de Dios?

4. Puede ser la "ignorancia voluntaria" sobre los misterios del Reino, es decir que por pereza, desinterés o miedo no queremos seguir profundizando en la vida de Dios. Es necesario potenciar nuestra curiosidad e interés en los misterios del Reino que nos iluminan.

5. Puede ser la extrema lejanía de los lugares o experiencias que me hablan de Dios: el templo, la oración, mi comunidad, mi grupo, el silencio, la meditación...

6. Podría ser la falta de apertura a los signos de Dios en nuestra vida. Para esto es necesario volver al discernimiento para saborear el paso de Dios por cada etapa de nuestra vida.

7. Podría ser también la dureza de corazón: no hay peor ciego que el que no quiere ver...  La mejor aptitud: docilidad de corazón.

En el camino cuaresmal estamos invitados a dejarnos iluminar, incluso en aquellas regiones de nuestra personalidad que están más escondidas; para que podamos caminar mejor hacia la verdadera meta: la Pascua que da vida.

Jesús nos quita las vendas, abre nuestros ojos y nos orienta en el camino. ¿Queremos dejarnos iluminar por El?

¡Ánimo!