En mis aproximaciones que he hecho a los estudios psicológicos me ha gustado una idea que me parece fundamental: cada uno de nosotros está llamado a vivir la madurez de su propia etapa de vida. El niño debe vivir la "madurez" de niño, el joven igual. También los adultos estamos llamados a demostrar nuestra propia madurez según la edad que tengamos. Vivir la madurez podemos entenderlo como vivir intensamente el tiempo que nos toca vivir buscando nuestra edificación.

 

Pero me gusta más pensar que esa madurez es fuente fuente de felicidad o también manifestación de la felicidad. Por eso podríamos decir que en cada etapa de nuestra vida estamos invitados a ser felices. Vivir felices y ser felices, como una elección de vida.

 

Para ser felices es necesario que nos dediquemos a lo que nos gusta y que sintamos que hacemos las cosas que nos edifican. Todo esto incluye una buena dosis de responsabilidad, dedicación y perseverancia. En este sentido somos responsables de nuestra propia felicidad. 

 

Es necesario, además, que seamos concientes de la plenitud de vida que nos proporciona cada etapa de nuestro caminar. No hay espacio para añorar tiempos pasados ni tampoco prisas por llegar a ser más grandes lo más pronto posible. Cada cosa en su lugar y a su debido tiempo.

 

Por tanto, podemos decir que nos hace mucho bien vivir intensamente la etapa de la vida que nos toca vivir.

 

Un abrazo,

 

 

P. Rafael