EL COMPROMISO PASTORAL EN LA PARROQUIA
En la parroquia se nos da la oportunidad de experimentar vivamente el encargo que nos dejó el Maestro: “Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos…” (Mt 28,19). En este mandato misionero se incluyen una serie de detalles que son elementos de la obra evangelizadora y, por tanto, de la vida del cristiano. Les invito a que hagamos un pequeños examen sobre estos elementos para ver si realmente estamos avanzando en nuestro compromiso apostólico.
1. Anunciar: es una tarea constante, que debe realizarse con creatividad, perseverancia, alegría… Jesús nos ha pedido que nos movamos. Somos la Iglesia de Jesucristo, y esta Iglesia es por naturaleza misionera. Recordemos lo que nos dijo Pablo VI, en 1975: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa”(EN 14)
Entendemos que este mandato misionero es un servicio a los hombres de hoy, porque los hombres de nuestro tiempo necesitan una palabra que oriente el camino de su vida. Los hombres de hoy buscan una respuesta para sus grandes preguntas, y la Iglesia tiene que ayudarles a encontrar esas respuestas.
En la parroquia estamos llamados a hacer nuestro aquel grito de San Pablo: “¡Ay de mi si no evangelizo!” (1Cor 9,16). Se trata de comunicar una alegría que inunda nuestro corazón y que se siente impulsado a compartir una noticia de que da vida.
2. Hacer discípulos: para que se dé el discipulado es imprescindible que tengamos un proceso de catequesis, ordenado, progresivo, sistemático, adaptado a las necesidades de la comunidad, para que todos los miembros de la familia parroquial puedan experimentar un crecimiento de fe. A este respecto el Papa Francisco nos ha dicho, en Evangelii Gaudium: “el primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración” (n. 160); “la educación y la catequesis están al servicio de este crecimiento” (n.163); es necesario el “arte del acompañamiento” para orientar los procesos, con sentido de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión, que sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana (n. 169).
La madurez en la fe después se expresa en dos compromisos bien concretos:
a) La celebración de fe: un cristiano que tiene fe se compromete también celebra su fe. Tantas veces hemos escuchado que la liturgia la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza (SC 10). Pues, debemos reconocer que la liturgia, especialmente la Eucaristía, es nuestra oportunidad para celebrar las obras que Dios hace a favor nuestro y también es el espacio para retomar fuerzas para continuar nuestro trabajo apostólico. Un cristiano que no se alimenta, lógicamente no tiene fuerzas para trabajar. Esto nos hace pensar en nuestra perseverancia en la participación más activa, consciente y fructífera de la liturgia parroquia.
b) La solidaridad con el hermano: esto incluye la promoción de la dignidad de ser humano, la opción por los más pobres, la capacidad de acercarse al hermano que sufre, el compromiso por un mundo mejor, la promoción de la paz y la justicia. En definitiva tenemos que buscar primero el Reino de Dios (Mt 6,33).
Conclusiones:
- El amor a Dios y el amor a los hombres es el alma de todo apostolado (LG 33). Todos estamos llamados a intensificar este amor, para que podamos realmente ser sal y luz de la tierra. El amor nos mueve a vivir de modo creativo nuestro compromiso pastoral. Recordemos lo que dijo Jesús: “Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama” (Jn 14,21).
- El compromiso pastoral nace de un compromiso de fe. No es algo pasajero, esporádico u ocasional. Podríamos decir que es una dimensión del ser cristiano, en la que se compromete toda la existencia del bautizado, con todas sus facultades: intelectuales, volitivas, afectivas. Toda nuestra persona se debe comprometer a vivir la misión para la cual nos ha llamado el Señor a cada uno.
- El compromiso pastoral debe fructificar y debe notarse en obras concretas. Por ejemplo: el compromiso en los ministerios parroquiales, la perseverancia en todas las actividades que propone la parroquia, el esfuerzo de comunión y solidaridad. No es algo sólo para el crecimiento hacia adentro sino también hacia afuera.
- A cada uno se le han otorgado dones, en virtud de esos dones, todos estamos llamados a ser testigos y simultáneamente instrumentos vivos de la misión de la misma Iglesia, en la medida del don de Cristo: “Cada uno de nosotros recibió su propio don, en la medida que Cristo las ha distribuido” (Ef 4,7).
- En el compromiso pastoral siempre encontraremos tentaciones que quieren paralizar el crecimiento de nuestra comunidad, hasta el punto de llegar a ser cristianos estériles. Hay tentaciones que atacan el interior de nuestro corazón: el desgano, la pereza, el desinterés. Otras tentaciones nos atacan en nos llegan desde fuera: las críticas, las habladurías, las poca confianza. De todas estas tentaciones podemos salir vencedores, con la ayuda de la cruz de Cristo.
Autor: P. Rafael