Domingo del Cuerpo y Sangre de Cristo
Mc 14,12-16.22-26
¡Este es mi cuerpo... esta es mi sangre!
Aquella cena, bien preparada por los discípulos (v.16), fue una cena especial, misteriosa, trascendental para la vida de aquella comunidad y también para la vida de la humanidad. Desde aquella noche Jesús se quedaría presente en el pan consagrado y compartido en fraternal unión (v. 22); se quedará también presente en el vino consagrado que es sangre derramada, el caliz es signo de la alianza verdadera entre Dios y los hombres(v. 23-24).
Jesús pronunció palabras inesperadas en esa noche, cuando dijo: "este es mi cuerpo", "esta es mi sangre". Son palabras que han marcado un camino y que dan consuelo porque realmente no estamos solos en el camino. Es un presente continuo. Es una presencia siempre actual; y por eso él sigue y seguirá dando significado a nuestra historia.
Jesús ha querido quedarse con nosotros para siempre en el Santísimo Sacramento. Por eso la comunidad cristiana este día agradece, alaba, bendice, adora... al Señor, porque su presencia expresa la fidelidad de Dios, es signo de que sigue cumpliendo su alianza con nosotros.
¿Será que nosotros también estamos dispuestos a cumplir con nuestra parte de la alianza?