Domingo del Bautismo del Señor
Lc 3,15-16.21-22
Bajó sobre él el Espíritu Santo
Juan el Bautista ha profetizado que llegaría “El Fuerte”, el que “bautizaría con Espíritu Santo y fuego”. En estas expresiones encontramos el reflejo de las expectativas del pueblo que esperaba al Mesías. Son esperanzas que encontrarán una respuesta en la presencia de Jesús. Una presencia que es prueba de la cercanía de Dios. También es una presencia que muestra un camino de humildad...
Ese Mesías se hizo presente en aquella región del Jordán para hacerse bautizar. Jesús asume el camino penitencial y se solidariza con el pueblo. La solidaridad con los pecadores es profunda (Cfr. 2Cor 5,21; Rm 8,3). Todo es para mostrarnos un camino, asumido desde nuestra realidad humana que quiere caminar en la filiación divina...
El objetivo de aquel gesto también se explica con las palabras de San Máximo de Turín: “Cristo se bautiza no para ser él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y para purificarlas con el contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de la materia del bautismo”. Nuestro bautismo es como dejarses tocar por Cristo, para seguir su camino...
El detalle más llamativo de la escena lucana es que mientras Jesús estaba en oración, ya bautizado, bajó sobre él el Espíritu Santo, en forma de paloma. Es un gesto divino para que el pueblo entienda que allí está el Ungido. La voz del cielo confirma esta epifanía: “Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado”. Esta es una clara alusión al salmo 2,7. Ese Hijo va a responder a las expectativas del pueblo. El Padre nos presenta a su Hijo, con el poder del Espíritu Santo. Es una teofanía trinitaria que da fundamento a todo el ministerio público de Jesús. Por tanto, el Mesías está allí para que lo sigamos...
¿Vale la pena seguir a este Jesús?
¿Cuáles son nuestras expectativas? ¿Responde Jesús a nuestras expectativas?
¿Qué camino queremos seguir?
Bautismo del Señor, Mosaico de Marko I. Rupnik