DISCIPULADO CONSCIENTE (Tercer paso)
¿Dónde estamos?
La estructura de nuestras decisiones:
En los pasos anteriores hemos hablado de nuestro discipulado como un proceso constante de decisiones que debemos aprender a mantener. En ese proceso se ponen en juego dos polos: el “yo actual” y el “yo ideal”. Del primero hemos hablado en el paso dos; del segundo hablaremos en el paso cuatro. En este tercer paso queremos hablar sobre la decisión de encaminarnos hacia el “yo ideal”. Es decir, queremos analizar un poco más esas motivaciones profundas que mueven nuestra vida. Es necesario, por tanto, definir dónde estamos y qué decisiones estamos tomando en este momento. Quizá lo más importante es redescubrir si estamos en camino, motivados (emotiva y racionalmente) por la gran decisión (en singular).
Según el libro que estamos siguiendo, el yo actual es lo que somos en este momento, es lo que somos realmente. Para conocer todo lo que somos realmente necesitamos ver los contenidos que mueven nuestra vida. Debemos responder, por ejemplo a dos preguntas fundamentales: Cuando el hombre actúa, 1) ¿de qué es impulsado o atraído? 2) ¿Por qué es impulsado o atraído por esos contenidos y no por otros?
En la primera pregunta se hace referencia a los contenidos de una acción o decisión. En la segunda, en cambio la referencia es a la estructura del psiquismo humano: las necesidades que impulsan, los valores que atraen o las actitudes que se vuelven comportamientos habituales.
Al responder a estas dos preguntas se define un estilo de vida, en el cual se aclara la identidad del sujeto y todos los ideales que atraen el psiquismo del sujeto. Si queremos aplicar todo esto a nuestro discipulado, podemos decirlo de esta manera:
Si Jesús es nuestro ideal supremo y hemos decidido seguirlo, eso quiere decir que entonces seguirlo a Él es nuestro estilo de vida, que determina nuestra identidad como discípulos y que nos pone en perspectiva de crecimiento para dejar que la Palabra del Maestro modele todo nuestro actuar. Pero necesitamos conocernos bien para emprender el camino y/o para mantenerno en el camino del discipulado.
Para decidir si queremos entrar en ese camino o decidir mantenernos en ese camino es necesario considerar si el deseo es emotivo o racional. En el deseo emotivo la consideración es “me gusta – no me gusta”, en cambio en el deseo racional la consideración es “me ayuda (conviene) – no me ayuda (conviene)”. Expliquemos un poquito mejor estas diferencias, porque en ese mecanismo se juega nuestra perseverancia en el discipulado.
En nuestra decisión por seguir a Jesús, debemos estar claros sobre cuál es el mecanismo que nos mueve: ¿es un deseo emotivo? ¿es un deseo racional? ¿son los dos?
Si nos mueve el deseo emotivo, entonces se ponen en juego la percepción de las cosas, se consideran imágenes referentes al futuro, con una evaluación sólo intuitiva. Desde este mecanismo, las accione son más impulsivas. La pregunta que mueve es si gusta o no gusta. Ese criterio se puede aplicar a todas las manifestaciones de fe: la oración personal, la participación a la misa, la lectura de la biblia, el diálogo espiritual con personas más experimentadas, la confesión, los actos de caridad, la obediecia, el respeto por el hermano, etc. El criterio emotivo es sólo una parte del proceso y es un criterio limitado.
Si nos mueve el deseo racional, entonces se hace una reflexión que pone en juicio el deseo emotivo; el ejercio de la razón este es un mecanismo típicamente humano, porque sólo el ser humano se pregunta sobre si algo le conviene o no le conviene, si algo le ayuda a crecer o no, si algo le favorece a su crecimiento o no. Desde esta reflexión, después se pueden generar acciones más deliberadas (no puramente impulsivas). La persona que reflexiona de este modo puede trascender cualquier situación y encaminarse en un proceso que le ayuda mantener una identidad, con certeza, artmonía y sentido de plenitud. El deseo racional reflexiona y toma en consideración las necesidades, valores y actitudes. Sólo así se aclara mejor una certeza: Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Y vale la pena seguirlo ahora y siempre.
“El hombre es emoción y razón y ambos elementos interactúan en el momento de la decisión” (p. 45). Por tanto, cuando se sabe conjugar el deseo emotivo y el racional, entonces podemos decir que estamos en un camino auténtico y completo de discipulado. Sólo así se da un camino pleno, armonioso y con sentido. Es bonito sentir el gusto por seguir a Jesús y darse cuenta que es lo que más nos conviene.
¿Qué pasaría si la emoción y la razón no coinciden? Los Autores que seguimos sugieren ver la cosas de este modo: “No es la tendencia más fuerte la que determina qué acción se concretará: el hombre puede actuar contra los deseos emotivos fuertes y elegir aquello que es inmediatamente menos atractivo, pero que más ayuda. Y en este caso, cuando el juicio deliberado va contra la evaluación intuitiva y prevalece, ya no hay conflicto, aunque sea difícil llevar la decisión adelante por la permanencia de la atracción emotiva contraria” (p. 59).
En pocas palabras podemos decir: es bueno descubrir que vale la pena seguir a Jesús porque es lo que más nos ayuda, aunque a veces no sea tan agradable emotivamente. En el camino descubrimos nuevas luces que nos aclaran esta certeza: seguir a Jesús es lo que más nos conviene, porque plenifica nuestra vida.
Un par de preguntas para nuetra reflexión:
¿Sentimos el gusto por seguir a Jesús?
¿Hemos descubierto que Jesús es la respuesta plena a todas nuestras aspiraciones más profundas?
Animo,
P. Rafael
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Para profundizar, algunas frases del libro que estudiamos juntos:
“La mayor contribución de la psicología es para la madurez integral de la persona: vivir en mayor profundidad aquello en lo que cada uno ha decidido creer, a través de un proceso de integración progresiva entre enstructuras psíquicas de la personalidad y exigencias puestas por los ideales. Y esto es lo que todo hombre debe buscar realizar en la vida, cualquiera que sea su camino”.