Bautismo del Señor
Mt 3,13-17
Nuestra condición de hijos en el Hijo
En la Fiesta del Bautismo del Señor quisiera proponer de concentrarnos en un punto: la eleccción del Padre que nos llama a ser sus hijos.
En esta fiesta escuchamos aquellas palabras que siempre nos impresionan, el Padre nos presenta a su Hijo: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (v.17). Con esta presentación tan solemne de su Hijo que nos hace el Padre, nosotros no podemos dejar de mirar a Ese que nos trae la salvación. El es el punto central y el punto de apoyo para toda nuesta vida. Es cuestión de descubirirlo a lo largo del camino.
Estamos invitados a «mirar» con más atención para reconocer. Debe ser un «mirar» más profundo y más consciente, reconociendo que Jesús es la presencia de Dios entre nosotros, él es Dios. Además, es importante reconcer la presencia del Espíritu sobre Jesús – que baja en forma de paloma (v.16)–, con esa presencia notamos la revelación del misterio de la Trinidad Santísima.
En esa escena que presenta el evangelio de Mateo se dice que conviene realizar la justica plena (v.15). Es el proyecto que viene a proponer Jesús: la justica de Dios, el Reino. Y para realizar ese proyecto se necesitan hombres y mujeres capaces de entrar concientemente en el proceso. Nuestro bautismo es la puerta de entrada. Desde nuestro bautismo estamos invitados a manifestar la justicia de Dios para el mundo.
Nosotros hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nosotros hemos llegado a ser hijos por medio del Hijo. Es decir que compartimos la condición de hijos gracias a la bondad y misericordia de Aquel que nos ha revelado el corazón amoroso del Padre y que nos ha dado su Espíritu. Y estamos invitados a unirnos al proyecto de Jesús.
Valdría la pena hacer un acto interior de renovación de nuestro bausitmos, ese día nacimos a la vida de Dios.
¡Ánimo!
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Para profundizar:
Catecismo de la Iglesia Católica:
1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión: Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo Romano 2,2,5).
1223 Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).
1224 Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).
1225 En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).
«Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6).