Ascensión del Señor

23.05.2020 22:29

Mt 28,16-20

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
Mateo, 28 - Bíblia Católica Online

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Comentario:

YO ESTARÉ CON USTEDES SIEMPRE

Las palabras de Jesús son consoladoras y comprometedoras.

Consoladoras: porque el Señor promete estar presente con su cumunidad siempre, hasta el fin del mundo. Es una presencia que se puede experimentar con más intensidad cuando  más se abre el corazón a su espíritu, que sigue actuando en la vida de la Iglesia. Como dice J. Ratzinger, en su libro Jesús de Nazaret, tomo II: "lo que se puede deducir es que los discípulos no se sienten abandonados; no creen que Jesús se haya  como disipado en un cielo inaccesible y lejano. Evidentemente, están seguros de una presencia nueva de Jesús. Están seguros de que el Resucitado está presente entre ellos, precisamente ahora, de una manera nueva y poderosa" (p. 312, de la versión italiana). Jesús se ha ido para estar más presente, en todas partes y con todos.

Dice, además Ratzinger: "Puesto que Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros. Ahora ya no se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la «ascensión»; con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo de la historia" (p. 315). Este es el gran misterio que debemos adorar y agradecer.

Compremetedoras: porque nos deja una tarea bien precisa, la tarea consiste en hacer discípulos entre todos los pueblos. Fabio Rosini dice que en aquella escena se palpa el inicio de la mision de la Iglesia y todo parte de una duda, que es normal, porque no todo es claro, se camina con la incerteza de nuestras capacidades, sin embargo, esto nos lleva a confiar más en la bondad y la belleza del Señor. Anunciamos algo más grande de nosotros. Somos pequeños para llevar adelante esa misión y por eso necesitamos la fuerza del Espíritu.

Jesús le ha dado una identidad misionera a su Iglesia. Nosotros sus seguidores no podemos renunciar a esta identidad.  Dice J. Ratzinger: "El cristianismo es presencia: don  y tarea; estar contentos por la cercanía interior de Dios y contribuir  activamente a dar testimonio en favor de Jesucristo" (Gasù di Nazaret, tomo II, p. 313). El mensaje que se debe llevar es el siguiente: todo lo que Jesús ha enseñado, es decir, su amor hasta el extremo. Debemos enseñar que Dios nos ha amado en Jesús y ese amor sigue siendo semilla de un reino nuevo, a través de nosotros.

La misión es universal: todos responsables y todos destinatarios. Esta exigencia de totalidad nos debe hacer pensar a cada uno sobre la tarea que estamos asumiendo en el presente, en nuestro pequeño espacio, en nuestro contexto actual.

Recordemos también las palabras de Pablo VI: "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios" (EN 14).

Nuestra Iglesia, nuestra Diócesis, nuestras parroquias pueden y deben seguir evangelizando. No hay otra opción. Llevar el evangelio es nuestra alegría.

El Papa Francisco nos hace entender que todos tenermos responsabilidad hacia todos (EG 112-114); además, esta tareas podemos realizarla persona a persona (EG 127), en el contacto esponténeo, cercano, amigable.

La tarea se cumple de tantas formas: la evangelizació, la catequesis, la celebración, la teololgía, la caridad, el acompañamiento, la consolación, el edificación mutua, la oración, la formación constante, la meditación, el entusiasmo, la perseverancia...

En todo el camino nos anima la confianza de saber que no estamos solos. Y caminamos con esperanza.

¡Ánimo!