18 años
07.04.2019 11:43
18 años de sacerdocio
Son 18 años de vida sacerdotal, de una consagración que ha plasmado mi vida en modo especial y para siempre. Recordar todos estos años de camino es volver a reconocer la mano de Dios y la protección de María Santísima en cada paso de mi caminar sacerdotal.
La historia comenzó mucho antes... desde que Carlos y Mecedez (mis papás) se conocieron y decidieron engendrar un hijo. Asi pude ver la luz de este mundo en octubre de 1975. Luego, tuve la oportunidad de crecer bajo la sombra y la guía de una mujer de fe profunda y sencilla, mi abuela, mamá Tona. Ella me enseñó a rezar, a buscar a Dios, a respetar los principios cristianos y también me enseñó a responder al Señor, aunque eso implique el sacrificio.
La experiencia de fe me llevó a buscar la cercanía con una parroquia y dentro de la comunidad parroquial tener una convivencia fraterna con otros jóvenes que se esforzaban también por seguir sus ideales de vida, bajo la luz de la fe. En la comunidad parroquial aprendí a conocer y amar a la Iglesia. Tiambén descubri la necesidad de obreros para la mies. Y con la ayuda de varios sacerdotes y amigos, comencé a hacerme la pregunta si el Señor me estaba llamando para ser su servidor.
Mis reflexiones sobre la posibilidad de entrar al seminario fueron más intensas a finales del año 1992. Las reflexiones se concretizaron en enero del año siguiente. Me dejé seducir por el Señor (Cfr. Jr 20,7). Asi, entré al seminario menor Juan Pablo II, en enero de 1993. Tenía 18 años. Hice mi último año de bachillerato mientras estaba en el seminario menor y luego pasé al Seminario San José de la Montaña, desde 1994 hasta el 2000. Concluí mis estudios teológicos, juntos con diez compañeros, con los cuales mantenemos un lazo fraterno muy fuerte, aunque nos encotramos en lugares tan distintos.
La ordenación diaconal fue el 9 de septiembre del 2000. Faltaban 45 dias para cumplir 25 años. Terminé mi experiencia de formación inicial en noviembre de 2000, siendo ya diácono. Inmediatamente me lanzé a la pastoral, en una de las parroquias más pobres de mi Diócesis, San Nicolás Lempa. En esa comunidad parroquial aprendí lo que significa vivir la pobreza junto a la comunidad. Pasados 6 meses y un dia de diaconado, llegué a la gran fecha: 10 de marzo.
El día de mi ordenación fue un punto de llegada y un nuevo punto de partida, como un nuevo nacimiento. Fue un sábado, 10 de marzo del año 2001. Estábamos en tiempo de Cuaresma y apenas habían pasado algunos días de los terremotos de enero y febrero del 2001. La celebración fue presidida por Mons. Elías Samuel Bolaños Avelar, en la Catedral de Zacatecoluca. Acompañaron diversos sacerdotes y diáconos. Estuvo presente mi mamá, mi hermana y muchos familiares y amigos. Los 18 años que estoy celebrando y agradeciendo son a partir de esa fecha. Ese día todo cambió. Ese día Cristo tomó mi vida para que fuera su sacerdote. Desde ese día el camino ha tenido variedad de experiencias... Todo por pura gracia de Dios.
En 18 años he podido servir como sacerdotes en distintas comunidades: San Nicolás Lempa, Tecoluca, San Germán (PR), Aguadilla (PR), Mandela (RM, Italia), San Juan Tepezontes, San Rafael Obrajuelo, La Unión (Olancho, Honduras), el Seminario. En todas las experiencias pastorales he podido encontrar una gran cantidad de hermanos en la fe. He descubierto personas de gran corazón que me han ayudado de muchas maneras: la oración, la sonrisa, la palabra de ánimo, la crítica, el consejo, la solidaridad económica, la cercanía, el testimonio de fe, la entrega en la pastoral. Agradezco al Señor por toda esa riqueza humana y espiritual acumulada junto a tantos hermanos. Es un tesoro que lo llevo siempre en mi corazón y que me da fuerzas para seguir madurando en mi experiencia sacerdotal.
El caminar ha tenido muchos sabores: alegrias, tristezas, satisfacciones, lágrimas, motivaciones, lamentos, convicciones, discusione, incomprensiones, sacrificios, esperanzas y sobre todo la certeza de la presencia de Dios. Es una presencia que se hace "memoria viva" en mis momentos de oración, en las celebraciones de la eucaristía (7981 hasta hoy), en mis momentos de estudio, de catequesis, de reuniones, de planificaciones, de formación permanente, en general en todo el trabajo pastoral. En cada paso intento discernir la novedad de la llamada del Señor.
Concluyo este comentario manifestando sinceramente mi alegría por ser lo que soy. Como decía San Pablo: "por la gracia de Dios soy lo que soy" (1Cor 15,10). Soy sacerdote. Soy un sacerdote feliz. Y me gusta pensar en la sonrisa de Jesús que vuelve su mirada hacia mi y me vuelve a llamar por mi nombre. Y quiero seguir respondiendo: "Aqui estoy, Señor" (Sal 40,8).
Hago mías las palabras del salmo 18: "Yahvé, mi roca y mi baluarte" (v.3); "Tu, Yahvé, eres mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas" (v.29). Confiando en Dios, confiando en su llamada, su providencia, su misericordia y su Reino, sigo adelante.
Pido la protección de la Virgen María, Madre del Perpetuo Socorro.